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El Instituto Cervantes de Nueva York acoge la exposición ‘Menchu Gal. Un espíritu libre’

El Instituto Cervantes de Nueva York acoge la exposición ‘Menchu Gal. Un espíritu libre’

    El IVAM y la Fundación Menchu Gal presentan mañana, viernes, 3 de agosto, en el Instituto Cervantes de Nueva York, la exposición ‘Menchu Gal. Un espíritu libre’ que comisariada por el periodista y crítico de arte, Rafael Sierra, permanecerá en exhibición hasta el próximo 27 de agosto.

    La muestra, patrocinada por ‘Social Kutxa’, reúne 30 óleos representativos de las distintas etapas creativas de la artista. Paisajes, bodegones, y estampas marinas, géneros que cultivó desde sus primeras obras de influencia parisina de los años 30 hasta sus últimas creaciones de la década de los 90.

    Menchu Gal. Un espíritu libre
    Menchu Gal (Irún 1918-2008), perteneciente a una familia industrial vasca, estudió en el Colegio del Pilar en Irún Al manifestar una temprana vocación artística, su padre la condujo al estudio del pintor Gaspar Montes Iturrioz para que le enseñase a dibujar. Impresionado por su talento, convenció a la familia para que la mandasen a estudiar arte a París, donde fue alumna de Amédée Ozenfant en 1932.

    Ozenfant no sólo era un cubista sino también un purista muy estricto y sólo permitía que sus alumnos trabajasen en tres colores, todos ellos oscuros y densos. Aunque Menchu era colorista por naturaleza, aprendió disciplina y estructura de Ozenfant. Asistió a clases de dibujo del natural en la Académie de la Grande Chaumière. Visitó el Louvre, para observar las obras de Corot y estudió atentamente la obra de los Fauvistas, más cercanas a su sensibilidad

    A su regreso de París ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde estudió con Aurelio Arteta. Tras el paréntesis de la guerra civil, que pasó en el sur de Francia con su familia, regresó a Madrid en 1943, donde la descubrió el célebre pintor José Gutiérrez Solana, quien la puso en contacto con destacados artistas de la época integrantes de la Escuela de Madrid o de Vallecas, entre los que se encontraban Daniel Vázquez Díaz, Benjamín Palencia, Pancho Cossío, Rafael Zabaleta y Juan Manuel Díaz-Caneja. En 1945 se instaló definitivamente en la capital y fue la primera mujer a quienes los artistas de la Galería Clan consideraron su igual.

    En esta etapa de su carrera pictórica se produjo un cambio en su lenguaje artístico, al abandonar su interpretación del cubismo, y convirtió al paisaje en su tema principal, en composiciones a partir de superficies planas de vivos colores –nunca quebrados–, pero su pintura también frecuentó otros géneros como el bodegón y el retrato.

    A finales de los cuarenta Menchu Gal expuso su trabajo en Buenos Aires, Río de Janeiro y São Paulo. Su carrera prosperó hasta el punto de ser invitada a formar parte del Pabellón Español de la Bienal de Venecia en 1950. Un año después fue seleccionada para la prestigiosa exposición de la Escuela de Madrid en la Galería Biosca, la más influyente, de la época, en el arte de vanguardia.

    Según Calvo Serraller, Menchu Gal, bebió en las fuentes del fauvismo como una prolongación lógica de sus orígenes vascos; del mismo modo que tomó elementos del expresionismo y del cubismo para integrarlos en su particular manera de ver y de sentir el mundo, encontramos también la huella, la influencia, de artistas como Van Gogh, o Matisse; Renoir o Cezanne.

    Durante los años cincuenta y sesenta realizó numerosas exposiciones bodegones, retratos y paisajes, siendo esta última categoría la que ocupó la mayor parte de su producción. Sus primeras obras de 1935-1955 –Tardets (1938), Río de Amute (1943), Retrato de mi hermana (1939)– desplegaban rasgos cubistas en las simplificaciones estructuradas. El segundo periodo, comprendido entre 1955-1961, lo resumen obras como Bodegón en negros (1958) y Bodegón de los cerezos (1961). Las obras de esta segunda etapa (1955-1961) están más próximas a Braque. En Bodegón con laúd (1949) se propone ser más intelectual y, para ser precisos, cubista.

    En La casa de campo de 1960 el paisaje es totalmente gris y rosa. Otros paisajes, marinas y bodegones de finales de los cincuenta son sobrios en color, en ellos dominan los tonos ocres y terrosos. A partir de 1959 entró en un periodo de intensidad del color. En los años sesenta pintó retratos colmados de sensibilidad y melancolía, entre ellos varios retratos de su madre. Entre 1959 y 1965, su tercer periodo, recurrió al color puro, que aplicaba directamente. Entre 1980 y 1986 recuperó los gestos espontáneos y colores pastel de Matisse que antaño le habían inspirado en alegres paisajes de pequeño formato con un toque naíf. Entre sus últimas obras están Nocturno en Bidasoa y Puerto de Zumaya.

    Durante la siete décadas que abarcó su trayectoria artística presentó cerca de 70 exposiciones individuales y formó parte de participó más de 200 colectivas, fue la primera mujer a quien se le otorgó el Premio Nacional de Pintura en 1959 y representó tres veces a España en la Bienal de Venecia y otras exposiciones internacionales. Junto con Mari Paz Jiménez es una de las escasas mujeres presentes en la Historia del Arte Vasco del siglo xx.

    Pasó sus últimos años en Irún, su ciudad natal, donde siguió pintando retratos y paisajes, ya reconocida como una destacada pintora. Tras su fallecimiento su obra alcanzó mayor reconocimiento. En una entrevista reivindicó cómo la pintura había dado significado a su vida: para ella pintar era una raison d’être. Su razón para vivir.

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