Record de asistencia a la exposición sobre la historia del calzado
A través de esta propuesta extraordinaria, que ocupa gran parte del Centro Cultural, se muestra la historia del calzado, centrándose en el calzado etnográfico, a través de la exhibición de piezas originales antiguas del siglo XIX o principios del XX, que van acompañadas de sus trajes correspondientes, hasta alcanzar el siglo XX con una selección de calzado de los diseñadores más prestigiosos.
La exposición se plantea también desde la perspectiva pedagógica, por lo que se acompaña de cuatro audiovisuales que junto a los elementos divulgativos de la muestra y la elaboración de una unidad didáctica, permiten la realización de visitas guiadas para estudiantes y colectivos de la localidad interesados.
Se destaca la importancia de esta exposición por la conexión que tiene la producción del calzado con municipios de la provincia de Castellón, como es el caso de La Vall d'Uixó, donde ha existido una importante tradición de producción artesanal de alpargata, que a lo largo del siglo XIX fue adquiriendo caracteres industriales, hasta que en la primera mitad del siglo XX, sobre todo con la creación de la empresa familiar Segarra y sus trabajos para el ejército, hicieron que la industria del calzado se convirtiese en el sector punta del desarrollo económico de la población.
Por lo tanto el segundo objetivo de esta exposición es la puesta en valor de la producción de calzado y su historia en la provincia de Castellón a través de distintos paneles que acompañarán la exhibición de producciones locales.
Arte en los pies: Una historia etnográfica del calzado
Una gran parte de la humanidad camina descalza hoy en día, no importa cual sea su edad, condición física, la naturaleza del terreno o la temperatura ambiente del lugar donde viva. Como ejemplo baste recordar los sherpas de Nepal que incluso ascienden a las nieves perpetuas sin calzado alguno. También en Europa, en el siglo pasado, una parte importante de la población no usaba calzado, sobre todo los grupos marginales, gitanos, jornaleros del campo en algunas regiones o desheredados en las ciudades.
Sin embargo, desde las botas y polainas del paleolítico, a los diseños Vivier, Blahnik y Westwood. De las sandalias de paja trenzada encontradas en tumbas egipcias, a los chapines de madera de medio metro del siglo XV y su reaparición como zapatos de plataforma en las décadas de los 60 y 70. De las palas de tul, brocado, bisutería, vidrio, escamas y plumas, a los inmortales clásicos de Chanel. Del zapato de salón, como los utilizados por Jackie Onassis, a los tacones de aguja, como los de Marilyn, podemos decir que el calzado ha experimentado una variedad de motivos y riqueza decorativa ilimitados, especialmente en el caso del calzado femenino.
Porque los zapatos proporcionan el impulso necesario para cambiar y han sido siempre el reflejo de la posición socioeconómica de la persona que los calza. Las mujeres de la aristocracia de principios del siglo XIX llevaban chinelas de brocado finas como el papel, con las suelas demasiado frágiles como para soportar apenas unos cuantos pasos por la calle, mientras sus criadas avanzaban torpemente con robustas botas de cuero negro. Las sandalias con suela de oro de las emperatrices romanas, los zapatos de tacón rojo de la corte de Luis XIV y los mocasines Gucci contemporáneos, todos han sido emblema de clase, riqueza y reflejo del diario personal de sus propietarios, a lo largo del tiempo.
Sin embargo, en el siglo XIX, con la extensión de la revolución industrial y la difusión de la moda europea por todo el mundo, van desapareciendo las variantes locales, generalizándose en todas partes el mismo tipo de calzado, tanto para mujeres como para hombres. El calzado con particularidades locales, que llamamos etnográfico, deja de ser usado en las regiones más ricas y queda relegado a al consideración de reliquia, que se saca de los arcones, o se falsifica con métodos modernos, solo para especiales ocasiones, donde los vestidos regionales se imponen. Solamente en las zonas más apartadas de las grandes rutas comerciales modernas, o las económicamente más pobres, el calzado tradicional se sigue haciendo y usando habitualmente, aunque con tendencia también a caer en desuso. De ahí el interés de recopilar y mostrar este tipo de calzado, condenado a la desaparición
En "Arte en los pies: Una historia etnográfica del calzado", para entender mejor la decoración, uso y valor de cada ejemplar de calzado, se acompaña del traje al que complementa y que en la mayoría de los casos va a juego con el calzado (caso del los Miao, de China; de campesina eslovaca; zapatos cherbils de mujer bereber, de Marruecos; de novia, de Uzbekistán; babuchas de Rajastán, en la India; zapatos tipo carik, de Irán; Nalins, de Turquía; calzado kudaitcha, de Australia, de lana y plumas de emú, zapatos geta, de Japón; chanclos, de Rusia; sandalias de cuero endurecido de Nigeria; zapatos de Turkmenistán, etc.) configurando un total de 60 conjuntos originales de todo el mundo, desde Japón a Nicaragua, desde Canadá a Tanzania, con su calzado correspondiente que van acompañados de paneles divulgativos con explicaciones y vitrinas temáticas con piezas originales procedentes de colecciones privadas nunca expuestas anteriormente en nuestra comunidad con el objetivo de mostrar la enorme variedad de calzado, es decir, los diferentes tipos de objetos que, para protegerse los pies, y para mostrar la categoría social y la riqueza, se usan a lo largo de todo el mundo.
A diferencia de otras prendas del vestir que pueden presentar tamaños y formas sorprendentes, como es el caso de los sombreros, el zapato cumple, fundamentalmente, una función práctica, que es la de proteger el pie y por tanto, básicamente, la forma ha de acomodarse a la anatomía, lo que deja pocas posibilidades de cambios esenciales. Aun así las piezas que se exponen son en algunos casos asombrosas, como el calzado que usaban los aborígenes australianos para no dejar huellas y despistar acerca de la dirección que se seguía, o los diminutos zapatos "pie de loto" chinos que tienen una dimensiones increíbles, de tan sólo 9 ó 10 centímetros, o los coloridos zapatos lapones, de piel de reno curtida con su pelo, o los elevados zapatos turcos para el baño, o el bordado en oro que lucen los zapatos indios.
