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Luis Eduardo Aute volvió a ser niño y a mirar el mar desde Godella

Luis Eduardo Aute volvió a ser niño y a mirar el mar desde Godella
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    Luis Eduardo Aute volvió a ser niño y a mirar el mar desde Godella - (foto 2)
    Luis Eduardo Aute volvió a ser niño y a mirar el mar desde Godella - (foto 3)
    Luis Eduardo Aute volvió a ser niño y a mirar el mar desde Godella - (foto 4)

    «Cada vez que veo esa fotografía que huye del cliché del álbum familiar, miro a ese niño que hace de vigía oteando el más allá del fin del mar». Así comienza la canción que da nombre al último proyecto de Luis Eduardo Aute, 'El niño que miraba el mar'. El multidisciplinar artista presentó, en perfecto catalán, en Godella, su último trabajo en el que se incluye un documental de animación tradicional ilustrado por él mismo, a lápiz. Con la proyección de la película, el público del teatro Capitolio se adentró en el mundo de los basiliscos de Aute a lomos del cual surcaron tres horas de música empapada de crítica, amor, sexo, belleza, fealdad, cuentos, dudas, dioses, humanos…

    La puesta en escena, sencilla, mínima, dejó a Aute en el escenario, casi a solas con su voz. La guitarra acústica de su propio productor, Tony Carmona; la sutil percusión de Cristina Nerea y el versátil teclado de Cope Gutiérrez le acompañaron en este intenso recorrido por el disco, del que interpretaron sus 11 temas. Hubo también, por supuesto, tiempo para repasar canciones de la extensa discografía de su trayectoria con clásicos como Mojándolo todo, De alguna manera, Anda o No te desnudes todavía.

    Sus 69 años no fueron obstáculo para ofrecer hasta 3 bises ni para recibir con exquisita atnción a los trasnochadores que esperaron hasta las 2 de la mañana a que saliera del teatro para pedirle un autógrafo.

    «Aute es un ejemplo como artista pero, sobre todo, como persona –señaló el concejal de Cultura y de Comunicación, Ferran Vilella–, ha demostrado su calidad musical y pictórica esta noche aquí, en Godella, pero también, nos ha dejado reflexiones existenciales y una forma de vivir la vida desde la coherencia y la sencillez que elevan todavía más su categoría humana”.

    El niño de Aute cerró su paso por Godella trascendente, vulgar, próximo, ingenuo, carnal y con una confesión de la que hizo partícipe a su público: «Daría lo vivido por sentarme a su costado para verme en su futuro desde todo mi pasado y mirándole a los ojos preguntarle enmimismado si descubre a su verdugo en mis ojos reflejado mientras él me ve mirar a ese niño que miraba el mar».

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