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Aranda se sorprende al recibir la medalla de la AECH porque no desea premios

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    El director de cine Vicente Aranda se ha mostrado hoy sorprendido por recibir la medalla conmemorativa de la Asociación Española de Historiadores del Cine (AEHC) porque ha estado trabajando toda su vida "para no merecer ningún premio", pero ha admitido que "es de bien nacidos ser agradecidos".

    En una entrevista antes de recibir en Castellón el galardón, Vicente Aranda (Barcelona, 1926), fiel a sus convicciones, ha asegurado que no desea recibir premios porque trabajar para merecerlos es "lo más negativo que se puede hacer".

    Ha precisado que sólo le gustan los galardones que "ya están predestinados", como el que ha recibido hoy, porque detesta "eso de ir con cinco más, a esperar a ver quién es el más listo", como sucede con "los Oscar y los Goya y todas esas mercaderías".

    Aranda ha recibido el premio en el marco del XII Congreso Internacional de la AEHC que, celebrado en la Universitat Jaume I de Castellón junto al III Congreso Internacional de Análisis Fílmico, ha analizado el cine español de los años 60, una época que fue clave para el desarrollo de esta industria.

    El octogenario director asegura que, como los jóvenes, no tiene miedo a la muerte, y quizás por ello tiene en la cabeza más proyectos que nunca, porque "el otro día fui a renovar el carné de identidad y me han puesto que caduca el 1 de enero de 9.999", bromea.

    Al contrario que en otras épocas, en las que según cuenta "buscaba afanosamente y leía novelas para encontrar un tema para hacer una película", en estos momentos Aranda tiene escritos "cuatro o cinco guiones" y lo que duda es "tener tiempo para realizarlos".

    "Luna caliente", la adaptación de una novela argentina, será el primero de ellos en ver la luz porque "estará posiblemente para octubre", pero Aranda también tiene avanzada una biografía de la última parte de la vida de Lope de Vega, que coincide con una época en la que el dramaturgo tuvo "un amor de esos imposibles, muy caliente, y además muy contradictorio".

    Aranda ha recordado sus inicios como cineasta para asegurar que "hacer cine siempre ha sido difícil y casual". "En mi caso yo ni quería hacer cine, pero estaba en Barcelona, me reunía con gente a la que le gustaba el cine y entre todos reunimos las condiciones para hacer una película".

    Para rodar "Brillante porvenir" en 1964, codirigida junto a Roman Gubern, Aranda tuvo que vencer los obstáculos de "no tener el suficiente currículum" para obtener la aprobación del Sindicato Vertical contando con el apoyo de su entonces presidente, el "comunista" Juan Antonio Bardem, quien "lo arregló e hizo la vista gorda".

    Cuando vuelve la vista atrás, se da cuenta de que ahora trabaja "mucho menos que antes" porque ahora está "sentado viendo la película a través de una pequeña campaña gracias a la evolución técnica pero también a la magnitud de los equipos técnicos".

    Aranda vivió sus primeros inicios en el cine "muy intensamente", con una gran admiración por el cine italiano y con la ilusión de que "aquello que pasaba en Italia desde un punto de vista político y cinematográfico terminaría pasando en España".

    "Admirábamos el cine italiano porque tenía una visión social importante y nosotros aspirábamos a dar esa misma visión", relata Aranda, quien comenta que después se formó la Escuela de Barcelona, que "en definitiva era una manera de aceptar que no había libertad, y que si faltaba libertad, lo mejor era reducirse".

    "Aceptamos un cine de vanguardia, e hice Fata Morgana, pero inmediatamente después entendí que la vanguardia es enemiga del público, que el público no quiere vanguardia", reflexiona Aranda, que considera que como "la vanguardia es fundamental, tiene que estar en las películas disimulada" y convertirte en alguien que hace "contrabando de ideas".

    Para Aranda, los intelectuales y los artistas representan "lo que pensará la gente dentro de 20 años" y transmiten estas indicaciones al gran público a través de películas, de novelas y de productos artísticos.

    Respecto a la situación del cine en España, asegura que un mercado de 45.000 millones de espectadores no es capaz de sustentar esta industria, y sentencia: "El cine, o se subvenciona, o no hay nada que hacer. Hay que dejarlo o tomarlo, pero como en otras cosas, como por ejemplo los automóviles".

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