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La construcción de la Acequia Real propició una gran revolución económica y social en Almussafes

La construcción de la Acequia Real propició una gran revolución económica y social en Almussafes
  • Albert Girona compara este hito histórico del siglo XVIII con la creación de los pozos y motores de riego de finales del XIX y con la llegada de Ford en el XX

El alcalde de Almussafes, Albert Girona, retomó durante la tarde del pasado jueves día 6 el ejercicio de su labor docente como doctor en Historia Contemporánea para impartir una conferencia centrada en las repercusiones sociales y económicas de la prolongación de la Acequia Real del Júcar en Almussafes entre finales del siglo XVIII y principios del XX. La actividad, enmarcada en el programa de actos conmemorativos del 750 Aniversario de la Acequia Real y celebrada en la sala de conferencias del Centro Cultural, contó con la asistencia de los socios de la Junta Directiva de la entidad, entre otros vecinos.

“En la historia de Almussafes ha habido tres momentos concretos que han generado cambios globales en el ámbito político, económico, agrario, urbanístico y social y la construcción de la prolongación de la Acequia Real del Júcar, obra hidráulica financiada por el Duque de Híjar fue, sin duda, el primero”, destacó Girona durante su intervención. De hecho, el alcalde e historiador calificó este hito, desarrollado entre los años 1779 y 1801, de auténtica revolución y lo comparó con el que supuso para la villa la instalación de la multinacional del automóvil en el año 1976.

Girona sustentó estas afirmaciones bajo el análisis demográfico del municipio. “Del 1281, fecha de la segunda Carta Pobla de la localidad, al 1735, Almussafes vivió una historia tranquila, inmóvil y con muy pocos cambios, puesto que la población tan sólo se incrementó en 251 habitantes”. Sin embargo, la evolución del padrón de habitantes varió considerablemente entre los años 1735 y 1794, momento en el que la Acequia Real ya había construido buena parte de las infraestructuras en el término municipal, pasando a registrarse 707 nuevos vecinos. Este incremento poblacional, estrechamente ligado a la revolución de la agricultura, supuso, asimismo un gran crecimiento urbanístico de la población, que duplicó su número de vías urbanas.

También la llegada de la Acequia Real en el siglo XVIII varió la configuración agrícola del término municipal que, hasta la fecha mantenía zonas de huerta ligadas a las fuentes y a los ullales a través de acequias, y que a partir de ese momento introdujo productos como el arroz, el cacahuete, el maíz, el cáñamo, la morera y las habichuelas, aunque, sin duda, fue el arroz el cultivo estrella que acabó produciéndose en la partida de La Foia, terrenos expropiados, casi dos siglos después, para acoger a la Factoría Ford.

La Acequia Real también generó riqueza económica para un pueblo con prácticamente nula capacidad industrial a finales del siglo XVIII. “Se implantó una nueva industria, la de la Molinería, que supuso la creación de muchos puestos de trabajo y el incremento del nivel de rentas de una gran cantidad de vecinos de la villa”. Los molinos El Molí Galí, Del Carme y Del Romaní son los últimos vestigios de los molinos hidráulicos de arroz construidos entorno a las acequias bañadas por las aguas del Júcar.

Intereses económicos

La especulación ya existía hace tres siglos y prueba de ello el hecho de que del 1770 al 1776, cuando ya se había desvelado que iban a iniciarse las obras de la segunda sección del canal, ciudadanos de la capital valenciana adquirieron el 75 por ciento de las tierras vendidas en el término municipal, “provocando un cambio en la propiedad social de la tierra que se mantuvo durante el siglo XIX. Los vecinos recuperaron las tierras a finales de siglo, coincidiendo con la llegada del cultivo de la naranja”.

También los intereses económicos explican, en parte, por qué Almussafes quiso acabar con la propiedad feudal del Monasterio de la Valldigna y le planteó a la Corona el pleito de incorporación, en el año 1765, pleito financiado íntegramente por los propios vecinos. “Almussafes pasó a ser villa de la Corona y recuperó el uso del Castillo, anteriormente utilizado por el Monasterio como prisión y alojamiento de sus representantes y, a partir de esa fecha con usos relacionados con la agricultura: depósito de grano, espacio dedicado a la elaboración de seda y Almàssera de aceite”.

La bonanza económica que supuso la llegada de las aguas del Júcar también tiene su reflejo en la ampliación de la capilla de la Iglesia de Almussafes, entre los años 1774 y 1782, obra sufragada íntegramente por los propios habitantes de la villa.

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