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La explanada del puerto acogió este sábado la XIX edición del Ajedrez Viviente de Xàbia

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    La explanada del puerto acogió este sábado la XIX edición del Ajedrez Viviente de Xàbia, un evento que organiza desde 1996 la Comisión de Fiestas Mare de Déu de Loreto con la colaboración del Ayuntamiento y que está galardonado con el título de Fiesta de Interés Turístico Nacional desde 2002.

    Alrededor del tablero de ajedrez, que cumplía la función de escenario teatral, se habilitaron cuatro gradas que acomodaron alrededor de un millar de personas. La obra llevó por título "Una d’Indis i Vaquers: Els natius americans” escrita por María Rosario Henarejos, y la dirección de escena fue desempeñada por Josep Gregori, mientras que la coordinación general estuvo a cargo de Rafael Andarias, director del Ajedrez Viviente.

    El invitado de Honor, que leyó las jugadas de las negras, fue el actor Alfred Picó, un destacado representante de lo que podríamos llamar la Ficción Valenciana, a la que el Ajedrez Viviente Teatral de Xàbia quiso rendir un homenaje. Las blancas estuvieron guiadas por el jugador local, el niño de 13 años Harry Guevara, siendo la narradora Anabel Chulvi, una enamorada de la cultura valenciana cuya voz fue un auténtico lujo poder escuchar.

    El encuentro Garry Kasparov- Boris Gelfand, Torneo de Linares, 1991 (9ª ronda); sirvió de base para la representación. Seleccionada gracias a la colaboración del maestro internacional Francisco Sánchez Guirado, se ajustaba a las características para la historia, ya que conserva el mayor número piezas sobre el tablero durante la apertura y medio juego, y tiene un final “violento” con capturas consecutivas.

    En el preámbulo, conducido por Irene Wittwer, el presidente de la comisión organizadora, Juan José García, entregó unas placas conmemorativas al niño y a la narradora; y el alcalde, José Chulvi, una escultura del artista local José Manuel Molina al Invitado de Honor.

    Entre los invitados y autoridades se contó con la presencia del “Hijo Adoptivo de la Villa de Xàbia” el astronauta Pedro Duque y su esposa la diplomática Consuelo Femenia, ambos Invitados de Honor en pasadas ediciones. También, en la tribuna de invitados, se encontraba el profesional de baloncesto Romà Bas; así como una selección de la última hornada de deportistas javienses de élite: el atleta Siro Piña, Campeón de España Juvenil de 800 metros lisos; la atleta Aine Sentous, Campeona de España de Carrera de Montaña; el regatista paralímpico Rafa Andarias, Campeón de España de clase 2.4 mR y representante de nuestro país en el próximo mundial de Australia; la regatista Julia Miñana, proclamada hacía tan sólo tres días Campeona de Europa de Optimist y el portero Antonio Sivera, Campeón de Europa con la Selección Nacional de Fútbol sub-19, título conseguido el anterior fin de semana.

    Desarrollo de la escenificación

    La actuación arrancó con la aparición de los indios, habitantes del continente norteamericano desde siglos antes de que lo colonizase el hombre blanco. Se representaron varias escenas costumbristas, que reflejaban el estilo de vida de los nativos, y los primeros encuentros pacíficos entre ambos pueblos, incluyendo una escena romántica y diversos bailes y danzas que encandilaron al público. Finalmente, los indios se enfrentaron a los vaqueros cuando estos profanaron sus lugares sagrados. La historia terminó con la victoria de los vaqueros que arrinconaron a los indios, que se hallaban en clara inferioridad, siguiendo la partida Kasparov-Gelfand.

    La representación concluyó con los niños cogiéndose de la mano en círculo mirando al público, mientras la narradora leía la famosa frase de Toro Sentado: "Si el gran Espíritu hubiera deseado que yo fuera un hombre blanco me habría hecho blanco... ¿Es un agravio amar a mi pueblo? ¿Soy malvado porque mi piel es roja? ¿Porque soy un Sioux? Dios me hizo un INDIO”.

    El alegato final de la narradora fue un mensaje de respeto y solidaridad hacia todas las culturas, pues no hay unas sociedades mejores que otras, sino simplemente diferentes y con costumbres diversas. Y retomando la historia recién escenificada, remarcó que no todo lo que nos han contado las películas del oeste ha sido verdad, ni mucho menos; los nativos americanos eran pueblos con una cultura y unas tradiciones específicas de acuerdo y en concordancia con la naturaleza, a la que respetaban y con la que convivían en armonía, sin utilizar más de lo que necesitaban.

    El saludo final de los niños alzando la voz al unísono con un “Hau!”, fue el colofón de una velada para recordar y que incluso tuvo su vertiente mágica. Y es que, poco después de que los indios interpretaran la danza de la lluvia, cayó una fina lluvia en Xàbia después de meses de absoluta sequía.

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