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La Universitat y la SECC inauguran una exposición sobre el arte salvado de la Guerra Civil

    La exposición Arte salvado. 70 aniversario del salvamento del patrimonio artístico español y de la intervención internacional, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) con la colaboración de la Universitat de València, recupera y difunde una de las historias más apasionantes de la guerra civil: la protección y evacuación del patrimonio artístico realizadas por el Gobierno de la República, así como la intervención del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles, para evitar su destrucción y garantizar su conservación. La muestra, que se enmarca en el programa de actividades organizadas con motivo de la Presidencia Española de la Unión Europea, podrá verse desde hoy y hasta el 30 de mayo en el claustro mayor del Centre Cultural La Nau de la Universitat de València.

    Tras exponerse en la explanada del Museo del Prado en Madrid, la exposición Arte Salvado, que está comisariada por Arturo Colorado Castellary, profesor de Historia y Análisis del Arte Visual de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, llega ahora a Valencia siguiendo así el itinerario recorrido por las obras durante la contienda y exponiéndose en las ciudades que como sede acogieron el patrimonio artístico español salvado por la Segunda República Española. La exposición podrá visitarse en Barcelona y Figueres, últimos lugares en las que fueron custodiadas antes de ser evacuadas a Ginebra gracias a la intervención del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles en febrero de 1939.

    La exposición, que está concebida para instalarse en un espacio urbano con el objetivo de popularizar la evacuación del patrimonio artístico nacional, está planteada con un diseño creativo e innovador para que el visitante se sienta inmerso en las dramáticas circunstancias que rodearon esta labor y los peligros y dificultades que tuvieron que afrontar los miembros de la Junta del Tesoro Artístico y del Comité Internacional. Una serie de embalajes de diferentes formas y tamaños se distribuyen en el espacio expositivo, en este caso en el emblemático claustro de la Universitat, en un espacio céntrico de la ciudad de Valencia.

    “La exposición tiene un sentido narrativo y explica los avatares y peligros que sufrió el patrimonio artístico español durante la guerra civil y la labor de protección del gobierno de la República y posteriormente, en el momento de mayor peligro cuando las fuerzas republicanas estaban siendo empujadas hacia Francia por el avance y bombardeo de la aviación franquista y de sus aliados, la intervención del Comité Internacional”, relata el comisario de la muestra, que detalla que del Prado fueron evacuadas las obras señeras del museo, en total 525 pinturas, 198 dibujos y el Tesoro del Delfín, una de las colecciones más espectaculares del Prado, que reúne enseres y joyas del Gran Delfín Luis, hijo de Luis XIV de Francia.

    Para Arturo Colorado, el lugar escogido para la exposición, el edificio de la Universitat, es muy idóneo porque, según explica, “justo enfrente, el Colegio del Patriarca, fue uno de los dos depósitos de la obras, además de las Torres de Serranos, y los espectadores valencianos podrán reconocer los espacios por las fotografías de la muestra”. Además recuerda que el pintor valenciano Josep Renau, como Director General de Bellas Artes, creó la Junta del Tesoro Artístico, el organismo encargado del proceso de evacuación de las obras, y ha contado la anécdota, que durante el traslado del patrimonio en Valencia se produjo el único accidente de la forzosa evacuación: “Concretamente al camión que transportaba El 2 de mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya se le derrumbó un balcón en Benicarló como consecuencia de un bombardeo y ambos lienzos sufrieron un desgarro importante, pero los cuadros fueron restaurados en Peralada, en 1938”

    En el claustro mayor de La Nau se recrea el ambiente y el paisaje de guerra, con carteles de época y sacos terreros (que servían de protección en los museos), además del sonido ambiente y canciones de la época. Estos embalajes dejan entrever reproducciones a tamaño real de las obras más representativas salvadas y que fueron pintadas por Velázquez, Goya, Tiziano, Rafael, El Bosco, Ribera, Murillo, Rubens, etc., Es decir, lo más representativo del Prado.

    Además, estás cajas son, a su vez, los soportes para la exposición de información gráfica y documental que reúne un centenar de fotografías de la época acompañadas por planos, mapas, carteles y diverso material documental. La muestra se completa con un puesto interactivo sobre las fases de la evacuación, con la proyección de secuencias de vídeo y de diapositivas digitales que muestran una selección de las obras salvadas y con la proyección de dos extractos de los documentales Salvemos el Prado, de Alfonso Arteseros, y Las cajas españolas, de Alberto Porlan.

    El visitante podrá seguir cronológicamente los pormenores del salvamento de las obras de arte, primero de Madrid al Ampurdán pasando por Valencia, gracias a la política de protección de la Junta del Tesoro Artístico de la República, así como la gestación del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles, las dramáticas circunstancias del Acuerdo de Figueras con el bombardeo sobre la zona y el difícil paso a Francia desde el Ampurdán.

    La tercera parte recrea el traslado de Perpiñán a Ginebra, el inventario de las obras salvadas, la exposición que se celebró en esta ciudad suiza y el regreso a España en septiembre del 39.

    La muestra se cierra con un epílogo sobre la deuda histórica contraída con todos aquellos que, españoles o extranjeros, lucharon durante la guerra por poner a salvo el patrimonio artístico español.

    El catálogo de la muestra reúne textos de Arturo Colorado Castellary (Arte salvado. Los antecedentes de una deuda histórica y Evacuación y salvamento del Museo del Prado durante la guerra civil), Miguel Cabañas (La II República española ante la salvaguarda del patrimonio artístico y la guerra civil), Enrique Pérez Boyero (La protección y evacuación del patrimonio bibliográfico de la Biblioteca Nacional de España), Juan José Alonso (Lo salvado y lo evacuado por el Patrimonio Nacional durante la guerra civil), Esperanza Navarrete (El viaje a Ginebra de Goya y otras pinturas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando durante la guerra civil), Mayte García Julliard (La exposición del tesoro español y la prensa ginebrina: dilemas y aciertos) y Catherine Granger (El papel de Francia en la evacuación de las colecciones españolas).

    El volumen se completa con la semblanza de los principales protagonistas de este episodio histórico como Timoteo Pérez Rubio, Presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico (escrita por Antonio Franco), Josep Maria Sert (escrita por María del Mar Arnús y Francisco de Sert, condes de Sert), de los miembros del Comité Internacional, David David-Weill, Jacques Jaujard, Neil MacLaren, Paul Lachenal, Henri Verne, Gabriel Cognacq, Albert Sancholles Henraux, Evan Charteris, Joseph Duveen, Frederick Schmidt-Degener, Henry Carton de Wiart y Georges Blumenthal (escritas por Catherine Granger, Mayte García Julliard y Arturo Colorado). El catálogo se cierra con una muestra de las obras salvadas y una bibliografía.

    Algo de historia
    El Comité Internacional se creó a principios de 1939 por iniciativa del pintor Josep Maria Sert y estaba compuesto por personalidades que dirigían en sus respectivos países los patronatos o los museos adherentes: el Consejo de los Museos Nacionales de Francia, el Museo del Louvre, la Asociación de Amigos del Louvre, la National Gallery, la Tate Gallery, la Sociedad de Museos de Ginebra, el Rijksmuseum de Ámsterdam, los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica y el Metropolitan Museum de Nueva York.

    El Gobierno de la República había decidido a principios de noviembre de 1936 trasladar las obras artísticas más importantes desde Madrid a Valencia. El día 10 de noviembre salía la primera expedición desde el Museo del Prado. En sucesivos envíos, con un total de veinticinco expediciones a lo largo de toda la Guerra, fueron saliendo las obras esenciales de los principales museos e instituciones patrimoniales (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Biblioteca Nacional, Palacio Real, El Escorial, Lázaro Galdiano, Cerralbo, etc.), así como de iglesias y colecciones particulares. Los incesantes bombardeos franquistas sobre Madrid, especialmente el que sufrió el Museo del Prado el 16 de noviembre de 1936, potenciaron y aceleraron la evacuación. Una vez pasados los primeros momentos de desorganización, ya bajo el control de la Junta Central del Tesoro Artístico republicana, la evacuación de Madrid a Valencia estuvo marcada por el cuidadoso embalaje y el transporte en camiones especialmente acondicionados que hacían su trayecto a 15 Km. por hora.

    Se iniciaba así el proceso de evacuación de las obras de arte, que más tarde las llevaría a Barcelona, en una huida permanente del frente de guerra y siguiendo los pasos del ejecutivo, para finalmente ir a parar a tres depósitos situados en el norte de Cataluña, en el castillo de Peralada, en el de San Fernando de Figueras y en la mina de talco de La Vajol. Pero a finales de 1938 y principios de 1939, tras la derrota republicana en el frente del Ebro, las tropas de Franco se acercaban imparables a la zona donde se encontraban los depósitos del tesoro artístico, sometida a un intenso bombardeo.

    Los dos delegados del Comité Internacional, Jacques Jaujard (Louvre) y Neil MacLaren (National Gallery), viajaron hasta el norte de Cataluña y entraron en contacto con el entonces Presidente de Gobierno, Juan Negrín y con el Ministro de Estado, Julio Álvarez del Vayo. Las negociaciones para conseguir la autorización de evacuación de las obras se desarrollaron a lo largo de tres entrevistas consecutivas, los días 2 y 3 de febrero, y fueron arduas y difíciles ya que el Gobierno de la República quiso dejar claros dos puntos fundamentales: que las obras no fueran embargadas al trasladarlas al extranjero y garantizar su vuelta a España una vez acabada la guerra.

    Finalmente, el 3 de febrero de 1939, el Gobierno de la República firmó en Figueras un acuerdo con el Comité Internacional que permitía la salida a Francia de las obras de arte evacuadas desde Madrid hasta el norte de Cataluña. El traslado empezó aquella misma noche y finalizó el día 9, con la interrupción de los días 6 y 7, debido al bombardeo nacionalista. La operación estuvo dirigida por los responsables de la Junta Central del Tesoro Artístico republicana con la colaboración de los miembros del Comité Internacional.

    Durante estos cuatro días, por los pasos de Le Perthus, Cerbere y Les Illes, atravesaron la frontera francesa setenta y un camiones que albergaban en su seno algunas de las joyas del patrimonio artístico español desde las dos majas, La familia de Carlos IV y Saturno devorando a su hijo, de Goya al Caballero de la mano en el pecho y El sueño de Felipe II, de El Greco, pasando por La Sagrada Familia del pajarito, de Murillo; El martirio de San Bartolomé y La Ascensión de la Magdalena, de Ribera; Las meninas, Las hilanderas y Los borrachos de Velázquez; El jardín de las delicias y El carro de heno del Bosco; Fray Jerónimo Pérez, de Zurbarán; El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel, el Viejo; el Autorretrato de Durero; El Tránsito de la Virgen, de Mantenga; El paso de la laguna Estigia, de Patinir; la Sagrada Familia del cordero, de Rafael; Las tres gracias, de Rubens o El descendimiento, de Vander Weyden, entre muchas otras.

    Las condiciones no podían ser más adversas debido a la saturación de las carreteras por el éxodo de los fugitivos y el gran número de camiones y material de guerra transportado en esos días, que se sumaba al cierre de fronteras a los combatientes, el frío intenso y el corte de las comunicaciones telefónicas. Pero el problema más grave lo constituyó el bombardeo de la aviación nacionalista y de sus aliados alemanes e italianos sobre las carreteras, sembrando el pánico y poniendo en peligro el patrimonio artístico.

    A pesar de las terribles condiciones apuntadas, los setenta y un camiones que albergaban las joyas del patrimonio español consiguieron pasar la frontera. El 12 de febrero un tren especial, cuidadosamente custodiado por gendarmes franceses, partió de Perpiñán y llegó a Ginebra al anochecer del día siguiente. La aduana suiza pudo registrar, antes de su depósito en el Palacio de las Naciones, el total del cargamento: 1.868 cajas y un peso de 139.890 kilogramos. Estas obras, después de inventariadas y expuesta una selección en Ginebra, volvieron definitivamente a Madrid en septiembre de 1939.

    La constitución del Comité Internacional, compuesto por los principales museos de los países democráticos, se erigía así en un precedente esencial del concepto de patrimonio de la humanidad. Al intervenir para poner a salvo el patrimonio artístico de un país en guerra, sus miembros consideraban que no estaban actuando sobre algo ajeno sino sobre algo propio, partiendo de la convicción de que el patrimonio tiene un valor universal.

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