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El Grup Instrumental de València interpreta a Morton Feldman en el IVAM

    El próximo sábado, 17 de enero, a las 19’00 horas tendrá en el hall del Instituto Valenciano de Arte Moderno un concierto a cargo del Grup Instrumental de Valencia y el Cor de la Generalitat, organizado por el IVAM y el Instituto Valenciano de la Música (IVM). La entrada será libre hasta completar el aforo.

    El Grup Instrumental, formación que obtuvo el Premio Nacional de Música 2005, interpretará, con la colaboración del Cor de la Generalitat, las composiciones For Franz Kline (1962),  De Kooning (1963), Piano Piece (for Philip Guston) (1963) ,y Rothko Chapel (1971) del compositor Morton Feldman

    Morton Feldman (1926 – 1987) fue uno de los más singulares compositores norteamericanos, muy conocido por los vínculos que deliberadamente estableció su obra con una serie de autores y artistas fundamentales de su tiempo. Estudió piano con  Madame Maurina-Press, y composición con Wallingford Riegger, quien sería sucedido por Stefan Wolpe, con quien no sólo estudió composición, si no que pasó interminables horas discutiendo sobre música.

    Una operación azarosa sería la que daría lugar a uno de los momentos determinantes en la carrera artística y humana de Feldman: el día, en 1950, en que conoció a John Cage en la audición de una sinfonía de Webern a cargo de la Filarmónica de Nueva York. Esta amistad fue fundamental en el abandono del “sistema”, del cuerpo teórico que sustentaba las composiciones, tan requerido en aquellos años de supremacía de la escuela Darmstadt. Alejado del serialismo, Feldman sigue el consejo de Cage de seguir sus instintos. Será de este modo que su composición se torna intuitiva, simple, con un tránsito pausado y meditativo.

    Cage sirvió también de vaso comunicante entre el pensar de Feldman y el hacer de numerosos artistas e intelectuales decisivos en estos años; así su obra se volverá hacia De Kooning, Philip Guston, Rothko, Samuel Beckett, e intentará plasmar sobre un pentagrama lo que aquellos plasmaban sobre lienzos o hojas en blanco.

    Dijo Feldman que a él la nueva pintura le hizo desear un nuevo mundo sonoro, más directo, inmediato y físico; la partitura se transformó en su tela, y en ella el blanco del silencio era tan importante como el negro de la nota. No sería esta manera de percibir la escritura –tan importante para Feldman como acto en sí mismo- muy diferente de la manera que tenía de enfrentarse a la pintura Franz Kline, donde el blanco del lienzo era tan importante y ‘pictórico’ como el negro del trazo.

    Experimentó durante un tiempo con la notación gráfica, aunque abandonó este sistema en busca de una notación tradicional de mayor precisión por parte del intérprete, método que tampoco le satisfizo. A principios de los años 60, decidió trabajar de un modo que la partitura estuviera escrita en un idioma que aunara determinación e indeterminación. Así, en For Franz Kline (1962), los intervalos del sexteto están precisamente determinados, pero no la coordinación de los sonidos, elegida por los intérpretes.

    En De Kooning (1963), su interés se inclina por el contraste de eventos sonoros sucesivos y simultáneos, en los que el intérprete tiene que decidir su entrada de modo que el anterior evento sonoro no haya terminado de desvanecerse. En esta partitura, pasajes que contienen sucesiones de eventos musicales y similtáneidad de sonidos de ritmo libre, se alternan con medidas de descanso con precisas indicaciones de tempo, jugando de nuevo con determinación e indeterminación.

    En Piano Piece (for Philip Guston) (1963), podemos observar cómo la sonoridad del piano, tan sobresaliente en la obra de Feldman, supuso un paradigma de solidez y pureza para el compositor. Su música, que evitó el arabesco en la flauta, o el vibrato en el piano, parece girar siempre en torno al color del piano.

    La más conocida de estas obras quizá sea Rothko Chapel (1971), compuesta para una capilla en Houston para la cual su amigo Rothko había pintado tres trípticos y cinco grandes paneles. La tensión que se daba lugar entre los distintos campos de color de la obra de Rothko se reproduce en la diferenciación que hay en la pieza de Feldman entre sus respectivas partes, como si cada una de ellas fuera un lienzo. Del mismo modo que los bordes de los rectángulos del pintor parecen vibrar contra otros, entre las piezas de Feldman, no obstante su diferenciación dramática, los límites son fluidos.

    La calma reinante en la pintura de Rothko se escucha en la tranquilidad, no exenta de atención, de la música de Feldman, del mismo modo que el magnetismo que desprende esta pintura se manifiesta en la concentración que requiere la escucha del compositor. No cabe duda que esta pieza es una de las cumbres de las relaciones entre las distintas artes del S. XX.

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