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Comunidades católicas chinas de España eligen Valencia para celebrar su primer encuentro oficial

  • Representantes de los chinos católicos de Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza y Valencia

Un total de dieciséis representantes de las comunidades de chinos católicos organizadas en España han concluido hoy en la ciudad de Valencia su primer encuentro oficial, según ha informado hoy a la agencia AVAN el sacerdote José Verdeguer, párroco de San Valero Obispo y San Vicente Mártir, donde se encuentra la comunidad católica china de Valencia.

En el encuentro, en el que han “intercambiado experiencias y han estudiado la posibilidad de organizar actividades juntos en el futuro” han participado representantes de comunidades católicas chinas organizadas en Mallorca, Barcelona, Madrid y Zaragoza, además de Valencia, a las que se incorporarán en próximas ediciones, otras de Bilbao y Getafe.

Igualmente, durante su estancia en Valencia han visitado la Catedral de Valencia, el Museo Catedralicio y la Basílica de la Virgen de los Desamparados acompañados por José Verdeguer y Esteban Aranaz, párroco de Tarazona.

Fruto de esta primera “reunión oficial” en los próximos meses, las comunidades de Zaragoza y Valencia realizarán de forma conjunta una peregrinación a la localidad turolense de Hinojosa de Jarque, “una localidad con un sentido especial para todos ellos” ya que allí nació San Joaquín Royo Perez, misionero dominico mártir en China, en concreto en la ciudad de Fuzhou, de la que son la mayoría de los chinos católicos de Valencia.

Una vida destinada a los demás
San Joaquín Royo Pérez nació en septiembre de 1691 y recibió el hábito dominicano en Valencia. Con la edad de 21 años viajó a Manila y más tarde a China. Allí ejerció el apostolado durante más de 30 años años. Fue perseguido por las autoridades de ese país y, para evitar que compañeros suyos fueran torturados en su nombre, al no dar su paradero, se entregó en 1746. Fue martirizado el 28 de octubre 1748, beatificado León XIII el 14 de mayo de 1893 y canonizado por Juan Pablo II el 1 de octubre del 2000.

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