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Per Vicent Albaro
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Gorrión o vilero

    Al gorrión común (Passer domesticus L.) en mi pueblo lo llamamos Vilero, en comarcas de Valencia: Teuladí y por la Cataluña: Pardal. Es curioso que las acepciones tanto alcorina como catalana, también hacen referencia al miembro sexual masculino, más conocido como pene, entre otros muchos e incontables sinónimos del más variado gusto estético, tales como: Rata, birla, chufa, faba, mànec, polla…el femenino agrupa más ¿….?. Pero no es mi intención hablar de temas sexuales, aunque reconozco que el tema asegura siempre el éxito de su lectura. Voy a contarles la historia del gorrión, del pajarillo que anida en nuestros tejados, aleros, oquedades y arboledas. Ya por estas fechas, las primeras nidadas estarán avanzadas para en dos semanas, saltar del nido los primeros pollos volantones, y comenzar a charriar insistentemente, comida a sus padres.

    Es el gorrión-vilero un pájaro adorable, casi como de la familia. Pues aunque no te guste el campo ni observar la fauna alada, éste pájaro, te acompaña desde que naces hasta la hora de la muerte en el entorno de tu hogar. Vive en nuestras propias narices con descaro y desparpajo, picoteando migas de pan o cualquier cosa comestible, por las calles y terrazas. En algunos países de Europa –más civilizados, según una amiga mía-, les dan de comer en la palma de la mano, y allí acuden los Sparrows como los llaman los hijos de la Gran Bretaña, o le Moineau pronúnciese (muanó) a la francesa. Al gran cantante galo, Charles Aznavour, le llamaban “Le moineau de Paris”, sería por la voz o lo poco agraciado de su físico, y es que el gorrión-vilero, tiene un plumaje muy sobrio, casi franciscano, entre marrón, pardo y gris. Solo en el macho y durante el celo, aparece un negro llamativo que destaca sobre blanco haciéndolo un tanto más vistoso. Pero es un desastre en el canto nada melodioso, y que interpreta con una intermitencia machacona, un carraspeo de garganta acazallada, más propio del canto del tal Joaquín Sabina, a quien un servidor podría bautizar al estilo francés, como el Vilero de Madrid. Éste pájaro sabrá a cuantas pardalas habrá encelado en su puñetera vida. También le cantó Joan Manuel Serrat en aquella menuda como un soplo, y tiene el pelo marrón, y un aire entre tierno y triste, como un gorrión.

    El gorrión-vilero es, mejor dicho ha sido, un pájaro común y adorable en nuestro pueblos y ciudades, despierta los amaneceres, corretea por tejados, calles y arboledas. Visita las huertas y los parques en un devenir familiar, en el colegio la Salle y antes de arrancar los grandes pinos, las entradas de gorriones a los dormideros eran un espectáculo increíble, solo asemejable a los de los estorninos. Pero lo cierto es que cada vez hay menos gorriones, y no es una percepción subjetiva, sino real. El abandono de las masadas y de sus cultivos, los masets de la huerta. La desaparición del hombre del paisaje rural, lleva consigo la desaparición del gorrión-vilero. Es como si ambos seres vivos se necesitaran mutuamente, a pesar del amor odio secular en forma de los cepos y las ligas. Los viejos agricultores decían que el gorrión-vilero, jamás había tenido veda. Así que caña con el emplumado. Y aún y con todo, las nubes de gorriones inundaban nuestro cielo, tras el grano de trigo perdido entra la paja, cuando la trilla. A los arrozales y a los campos con cosechas de avena, mijo y cáñamo, y a cualquier punto donde llevarse al pico un mal grano de alpiste.

    Ya no hay cultivos como los de antes, ni migas de pan, ni corrales con gallinas a los que robar el maíz, o un mal pienso compuesto. Ya no se hacen casas rústicas con oquedad para hacer nidos, más bien rectilíneos edificios sin un mal poro para colgarse los vencejos. Y por si todo esto fuera poco, les ha salido un competidor desleal, que los anda exterminando con lenta pero eficaz letalidad. Un bicho negro y feo mucho mayor que el gorrión-vilero, llamado Estornino Negro (Sturnos unicolor L.) también mucho mas voraz e insaciable, ha venido no solo a quitarle su comida, sino su nido y además le da por predar sus huevos y polluelos, o sea que se los jala. Así que cada vez hay más bichos negros y menos gorriones-vileros por nuestros pueblos. Estorninos negros que cuando caen en masa de miles de individuos sobre frutales, como cerezos, nísperos, higueras, uvas y no te digo aceitunas, y con las pocas que hay, ruina segura. Algunos agricultores ponen en los cultivos disquetes brillantes, tiras de plástico, molinillos de colores, cintas de videos estiradas, cualquier cosa para que éste pajarraco negro, esquilmador del gorrión-vilero no campe a sus anchas y merme cosechas y cultivos. Pero son muy astutos y aprenden pronto, es muy difícil dársela con queso. Mirad si son pillos, que mientras la gran masa come y devora todo lo que pilla, tienen vigilantes en los puntos altos como árboles de gran porte, cables, postes, etc…que avisan al gran grupo con estridentes graznidos y silbidos, si ven que algo sospechoso se acerca y puede suponer un peligro. Así como suena. Pobre de mi gorrión-vilero.

    Y con estas, que yo hago devoto acto de contrición y me arrepiento de los nidos que saqueé en mi lejana niñez. De los furtivos disparos con el rifle de balines a los pinos de la Salle cuando me pintaba el bigote, y con linterna en los chopos del río. De los cepos en el terrado de la casa vieja, para librar a las plantas de mi madre del apetito gorrrionil. Me arrepiento de todo, con tal de que vuelvan los gorriones a gorjear acatarrados por los tejados, a hacer piruetas enceladas por las calles y hasta tolero que contaminen el canto puro del verderón, con un fatal charrit, charrit. Lo prefiero por ver a estas adorables avecillas domésticas, que no pasan por su mejor momento. Ya se que son feas, que no tienen los colores del jilguero ni el canto del ruiseñor, pero están a nuestro lado siempre, desde la cuna al sepulcro, vivaces y activas, adorablemente descaradas. Nada sería lo mismo sin el gorrión-vilero. El pájaro de la Villa. El pardal vilero. Así con segundas y con primeras, con todas las de la ley. Hay que conservarlos y cuidarlos hoy más que nunca.

    Y termino mi corto ensayo, en esta especie de homenaje a un pájaro urbanita menospreciado, con los versos del gran poeta valenciano Teodor Llorente del poema titulado: La Cançó del Teuladí.

    Joiós caçador, passa;
    busca més brava caça
    i deixam quiet a mi;
    jo sóc l’amic de casa:
    Jo soc lo Teuladí.

    Los fruits dels bosc busca lo Turcàs, la Griva
    xanglots entre els pàmpols; l’Estornell l’oliva;
    asserps verinoses lo vistós Flamenc;
    la llantia del temple l’Óbila furtiva,
    i l’anyell l’avorrivol Còndor famolenc.

    Jo visc de l’almoina que al humil mai falla,
    ¡I em senc benastruc!
    lo gra que en les eres se perd entre palla
    replegue com puc.

    Joiós caçador, passa
    busca més brava caça,
    i deixa’m quiet a mi;
    jo sóc l’amic de casa:
    Jo soc lo Teuladí.

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    comentaris 2 comentaris
    Verit
    Verit
    01/06/2012 07:06
    OTRO SINONIMO

    Vicente, te has dejado un sinónimo de Vilero muy común y muy nuestro: La pilila.

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