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Tejiendo la historia de Valencia a través de la Ruta de la Seda

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    El nombre 'Velluters' no es ni mucho menos casualidad. Este histórico barrio de Valencia fue durante los siglos XIV al XVIII la capital de la industria sedera y de ahí su denominación. Velluter viene del término italiano 'velluto', que significa terciopelo. Un hecho poco conocido incluso por los valencianos, como también lo es la gran y rica historia sedera que tiene la capital del Túria.

    No en vano este barrio ha tejido parte de la historia de la ciudad llegando hasta nuestros días. De hecho, la indumentaria fallera que encontramos en la calle ha nacido en el barrio de Velluters y cada fallera lleva en sus trajes una parte de la historia de la ciudad.

    Porque la seda llegó a ser la industria más potente de la ciudad con prácticamente la mitad de los habitantes dedicados a este oficio en el siglo XV. Este fue el punto álgido de la seda en la historia de Valencia y con el paso de los siglos fue perdiendo fuerza e importancia quedando tan solo algunos vestigios.

    Vestigios que en los últimos años han vuelto a resurgir para recuperar una historia que ha configurado y dado forma a lo que es hoy Valencia. La Lonja de la Seda, el barrio de Velluters, la antigua fábrica Garín o el recientemente restaurado Colegio de Arte Mayor de la Seda son algunos de los grandes patrimonios de nuestra historia sedera que están recuperando ese valor que nunca debieron perder.

    Precisamente en el Colegio de Arte Mayor de la Seda es donde hemos quedado con el último velluter. Vicente Enguídanos es el último artesano sedero que sabe tejer 'vellut', terciopelo, a mano. En la estrecha calle Hospital, en pleno barrio de Velluters, se alza este bello e impresionante edificio comprado en el año 1496 por el Gremio de Velluters, un auténtico tesoro del patrimonio valenciano.

    Y como no podía ser de otra forma, encontramos a este artista sedero manos a la obra en un telar recuperado por el Colegio. Turistas y visitantes curiosos observan muy de cerca cómo trabaja Vicente: está tejiendo un espolín especial de más de 20 colores, todo un privilegio para los presentes el poder ser testigos de tal obra de arte.

    "Llevo toda la vida dedicada a esta profesión. Mi padre y mi bisabuelo eran sederos y yo llevo en este colegio desde los quince años", nos cuenta Enguídanos. Un trabajo, reconoce, que requiere de unas cualidades específicas: "vista, tacto, tranquilidad y mucha paciencia".

    Y todas estas virtudes, más que cualidades, se observan en sus trabajos, algunos de los cuales se pueden visitar en el museo que se encuentra dentro del Colegio. "Yo iba por las mañanas a clase y por las tardes estaba en el taller con mi padre, tenía toda la práctica en casa", explica el maestro. Fue en casa donde aprendió a trabajar desde los tejidos más "sencillos" como el raso, el tafetán, pasando por el damasco hasta los más complejos: el brocatel, el tisú y la joya de la corona, el espolín.

    Los tejidos valencianos eran auténticas joyas deseadas por las más altas esferas internacionales. Y es en el Gremio de Velluters, que fue elevado a Colegio a finales del siglo XVII, donde se reunían todos los tejedores y donde se "cocinaba" este arte que era más tarde transformado en tela.

    Pero aunque el nombre del 'barri de Velluters' se conserva, no lo hace así la profesión: "La ironía es esa, que perdure el nombre pero que no haya ni un telar de vellut salvo el que estoy montando", lamenta Vicente Enguídanos. Pese a ello, a las miles de horas vertidas frente a la tela, a los trabajos infructuosos -ha llegado a perder trabajos de meses de duración por un mal corte-, al paso del tiempo... este artista de 85 años no pierde ni la sonrisa ni la ilusión.

    "Estoy muy ilusionado con este trabajo", reconoce Vicente Enguídanos. Ilusionado y agradecido, este velluter se siente "afortunado" de haber sido testigo de la transformación que ha sufrido el Colegio de Arte Mayor de la Seda en los últimos años gracias a su reforma integral: "Le estoy muy agradecido a la Fundación Hortensia que apostó por este proyecto".

    Como también lo está el presidente del Colegio del Arte Mayor de la Seda, Vicente Genovés: "Aquí se muestran 600 años de tradición, tenemos el archivo gremial vivo más importante de Europa con medio millón de imágenes digitalizadas desde que se empezó a elaborar en 1477; también tenemos el único telar de vellut en marcha en toda España... a través de la seda conocemos la historia de la ciudad".

    Un activo muy importante y digno de visitar, que ha contribuido, según Genovés, a impulsar los reconocimientos recientemente recibidos: "Si este patrimonio no se hubiera recuperado Valencia no hubiera sido reconocida como Ciudad de la Seda y también me atrevo a decir que en la consecución de las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la seda ha sido el impulso definitivo que necesitaba".

    Desde junio del año pasado se puede visitar este museo para disfrutar de los frescos, murales, mosaicos y las 7.000 baldosas artesanales que engalanan su suelo. 30.000 personas ya han hecho lo propio en los seis primeros meses de vida, muchos de ellos valencianos interesados en conocer su historia: "Es necesario difundir esta cultura y que la gente sepa que, por ejemplo, la Lonja de la Seda debe su nombre a los maestros sederos que en el siglo XV impulsaron su construcción", concluye el presidente.

    Ruta de la Seda

    La 'Ruta de la Seda' es una red de rutas comerciales en torno a este material que nació en el s. II a. C. en China y pasó por toda Asia, llegando hasta Valencia y todo el Mediterráneo occidental. Un puente entre dos mundos que se está intentando reconstruir de nuevo para poner en valor no solo la cultura, sino la historia y el potencial turístico de esta marca.

    Muestra de ello lo encontramos en el reconocimiento de la Comunitat Valenciana como miembro de la Ruta de la seda por la UNESCO, que ha designado a Valencia como Focal Point de España. Además les Corts declararon a Valencia como Ciudad de la Seda 2016.

    Un trabajo para recuperar el patrimonio cultural de algo tan inherente a nuestra historia y conectarla con otras míticas ciudades de la Ruta de Seda, tan diferentes culturalmente pero al mismo tiempo tan parecidas. Un reconocimiento, al fin y al cabo, del esfuerzo de personas como Vicente Enguídanos y como otros miles de velluters y artistas sederos que tejieron la historia de la capital del Turia desde su corazón, el "barri de Velluters".

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