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El catedrático Gérard Imbert enumera múltiples referencias sobre la confusión entre Eros y Thanatos

    Los límites han de dejar de funcionar como tope. Ya no se trata de encaminarse al fin o a un horizonte, sino a un “no-lugar” que sirve de punto de encuentro. Esta es la principal conclusión que se desprende de la ponencia titulada “El cine postmoderno como experiencia de los límites (ambivalencia e hibridación de categorías)” impartida por el catedrático de la Universidad Carlos III Gérard Imbert, en el marco del curso de verano “Los límites de la representación audiovisual: Eros y Thanatos” que se ha desarrollado en la localidad de Morella.

    Imbert ha abierto con la cuestión de los límites en el imaginario actual, y en este punto ha hecho referencia a Braudillard, quien hablaba de “transparencia del mal, que conduce a una relación muy turbia de la imagen representada”. A esta citación Gérard Imbert añade la televisión como fuente de ejemplos diarios y sentencia calificando los años ochenta como “eje vertebral de la violencia” y los noventa como “eje de la muerte como figura simbólica”.

    Otra cuestión importante a la que se ha referido el ponente y sobre la que ha girado la conferencia es la confusión entre el Eros y el Thanatos. El recorrido postmoderno difumina las fronteras y da paso de lo deforme a lo monstruoso. A partir de aquí han surgido una serie de géneros que posibilitan un cruce de valores impensables décadas antes, como el monstruo amable de Aníbal, o El Curioso Caso de Benjamin Button. El vampirismo es otro ejemplo del paso entre el estadio normal y la de monstruosidad. El Cocinero, El Ladrón, Su Mujer y Su Amante de Peter Greenaway muestra múltiples relaciones entre los personajes y cierra con un sórdido cruce shakespeariano entre la muerte y la sexualidad. La cuestión humana de Nicolas Klotz es, por otro lado, la referencia con la que Imbert entrecruza los horrores mundi, corpóreo y mortis con el tratamiento del cuerpo como objeto.

    Gérard Imbert ha finalizado planteando la posibilidad de que el horror puede ser el tema más pregnante del cine actual –no en su representación bélica del cine de terror sino como “horror ordinario”- con su planteamiento de lo siniestro, la no formulación ni articulación. En definitiva, lo invisible.

    La imposibilidad del deseo masculino a la película Hable con ella

    El cine de Almodovar bebe de Hollywood y de Alfred Hitchcock. Se trata de unas influencias conocidas del director manchego vinculadas al deseo sexual masculino y que fueron explicadas en la conferencia "La imposibilidad del deseo masculino" impartida por el catedrático de la Universidad de A Coruña José Luis Castro.

    José Luis Castro eligió el film ganador del oscar al mejor guión Hable con ella (2002) para desarrollar los argumentos alrededor del deseo sexual masculino. Tal y como explicó el catedrático la película "supone la primera vez que en el cine almodovariano el problema masculino es el protagonista".

    El cineasta plantea cómo resolver el problema el conflicto entre el hombre y la mujer. Con esta finalidad el director pone la mirada en Vértigo y Psicosis de Alfred Hitchcock, de la misma manera que la reconstrucción de la familia está siempre presente en sus películas.

    Un elemento que Castro destacó es la construcción de la relación a través de la ventana o la pantalla televisiva en un diálogo con La Ventana indiscreta (Hitchcock). El voyeurismo es parte central de la trama de Hable con ella. A través de la mirada Hitchcock también establecía relaciones de deseo. En el caso de Vértigo éstas estaban condenadas al fracaso. Si en Psicosis Madeleine era el objeto de fijación edípica, en Hable con ella es el personaje de Alícia quien ocupa este papel, pero la relación con el enfermero Benigno es perversa con el cuerpo inerte del joven, a quien cuida como lo hizo en el pasado con su madre. Por otro lado, el personaje de Marco ha perdido dos parejas y su llanto tiene un componente de feminidad. El vacío es ocupado por Alícia, cuyo cuerpo inerte se convierte en el objeto de deseo a través de una mirada construida con un plano subjetivo que traslada el encuadre de la izquierda a la derecha en el momento en que se produce el encuentro.

    Por otro lado, la tierna relación surgida entre Benigno y Marco insuflará vida a Alícia. Con la violación por parte de Benigno, el enfermero acaba su castración y el discurso se divorcia finalmente de Hitchcock, resultando muerto el hombre y no la mujer.

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