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Por J. P. Enrique
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La huelga del 8-M

    El Día Internacional de la Mujer coincidiendo con el Día sin Compras ha sido un éxito y ha servido para escuchar, otra vez, que algunos están anclados en sus miedos, se asustan  pronto  y temen  cualquier cambio.

    A la huelga en España la  han secundado  más de cinco millones de personas. Se han sumado a ella 177  países, de Argentina a Turquía, pasando por Taiwán y otros del sur de Asia donde jóvenes, que no pueden manifestarse, nos fabrican nuestra ropa entre insultos, gritos y amenazas, en jornadas laborales de 60 horas semanales  a 0,95 dólares.

     Todos lo que han salido a la calle el 8-M lo han hecho con el objetivo de denunciar machismo, la explotación laboral y las diferencias salariales. Unas ideas a las que nadie debería oponerse, pero algunos -los del miedo a todo- son así.

    Los eslóganes aquí en España han ido en esa línea: 1) Contra la violencia de género y el acoso sexual 2) contra el techo de cristal y 3) contra la brecha, la inseguridad y la discriminación salarial.

    Desde el primer minuto se manifestaron  contra la convocatoria Cristina Cifuentes y las ministras Tejerina y Dolors Montserrat, diciendo que no apoyarían la huelga y que harían una “huelga a la japonesa”. Se han equivocado, han rectificado al final  y Rajoy ha intentado (tal vez empujado por las encuestas que anunciaban una participación masiva) salvar los papeles desautorizándolas. A pesar de que el presidente del PP había cometido días antes graves meteduras de pata contestando en Onda Cero, a la pregunta de Carlos Alsina de si las personas deberían cobrar lo mismo si hacen el mismo trabajo. La respuesta fue: “nos nos metamos en eso”, añadiendo la falsedad de que entre sus competencias “no hay ninguna que sea igualar salarios”. Las manifestantes  han respondido: “Yo  huelga a la japonesa la hago todos los días” y que entre las competencias del Jefe del Gobierno  sí está, obviamente, legislar contra la violencia de género, el techo de cristal y la discriminación salarial.

    Tras reposicionarse el PP, el único partido que se ha mantenido en sus trece, aunque matizando sus declaraciones con el fin de no perder votos, ha sido Ciudadanos.

    Algunos han argumentado el rechazo a la huelga diciendo que los manifestantes pretendían “destruir la civilización occidental”. (Si casi 6 MM de personas en este país son radicales, comunistas y anticapitalistas en las próximas elecciones el nuevo gobierno va a ser irreconocible.) Otros se han manifestado contra la huelga “por estar ahí los sindicatos” Otros por haberse aprendido los eslóganes iníciales de su partido que han considerado útiles para defenderse de sus miedos. Reflexiono que si tenemos  partidos y sindicatos con capacidad de organizar una manifestación en 177 países de todo el mundo cuanto menos deberíamos sentirnos orgullosos por su gran poder de convocatoria.

    También he escuchado críticas porque hayan apoyado la huelga entidades, instituciones, partidos y sindicatos. ¡Claro! Como debe ser ¿no? Cada cual que exponga libremente lo que piensa. Y me parece muy bien que, curiosamente, en este caso, hasta la iglesia se haya expresado diciendo que “la Virgen María también habría acudido a esa manifestación.”

    Con la huelga se visibiliza un problema, nada más, pero algunos hasta eso temen y confunden la  igualdad biológica  con la igualdad social.

    El éxito de la huelga ha hecho posible la rectificación del PP (con Rajoy poniéndose el lacito), lo mismo que ha hecho Rivera tras realizar declaraciones iníciales poco afortunadas hablando de “etiquetas”, de que “hay otras prioridades”, de huelgas  a la japonesa, de que “el feminismo es algo superado”, de que “trabajan cada día por la igualdad”, de “su apoyo a las mujeres que no pensaban hacer huelga” y sus declaraciones viendo “anticapitalistas por todos los rincones”. Veremos a ver en qué queda o si es solo apuntarse al carro de los ganadores. A mí me gustaría que todos pensáramos como Sarkozy, una persona nada sospechosa de revolucionario, y que nos pusiéramos de acuerdo en tomar medidas en la línea de lo que  el líder francés dijo ante el estallido de la crisis: “hay que refundar el capitalismo”. Para mí (supongo que también par él) refundarlo es hacerlo más justo.

    Una nueva reclamación, también justa, está en camino. La están protagonizando los jubilados. Tienen anunciada una gran manifestación el próximo día 17. Como en la huelga feminista, su objetivo es denunciar, mediante la visibilización, la precariedad  a que ha llevado la reforma de las pensiones del 2011 y sobre todo la del 2013 que condenan a los jubilados a una bajada real de su poder adquisitivo y tienen consecuencias especialmente duras para las pensiones más bajas y para quienes se jubilarán en el futuro.

    Nos jugamos el mantener o seguir desmantelando el estado del bienestar del que hemos disfrutado. Un estado del bienestar que ha estado cimentado sobre los pilares de: sanidad pública, escuela pública, pensiones y protección social. Todo ello en un marco democrático de unas libertades que también están siendo recortadas como lo prueban las sentencias judiciales recientes que aplican algunos jueces apoyándose en la Ley de Seguridad Ciudadana. Una ley que permite censurar un libro y meter en la cárcel a un rapero por haber escrito la letra de una canción que  les ofende. También, con las leyes en la mano, han fallado los tribunales españoles “que es delito quemar una foto de los reyes,” un tema que ha llegado hasta los tribunales europeos que acaban de dictar sentencia condenando a España.

     

    EL CASO DEL NIÑO GABRIEL

    La noticia de la que más se ha hablado estos días en los medios ha sido, sin duda, la de la desaparición del niño Gabriel hasta llegar a su terrible desenlace. Una desaparición y un asesinato entre tantos  de los que suceden (unos pocos  con amplia difusión y otros, los más, con un  escaso recorrido  informativo).

    No suelo prestar atención a noticias de sucesos pero, en este caso, de todo lo que me ha llegado queriendo o sin querer, me ha producido especial impacto la forma de reaccionar de Patricia Ramírez, la madre del niño. Me ha llamado la atención la entereza de una mujer valiente que, a pesar de su inmenso dolor, ha consolado a su ex marido; ha pedido “que no se extienda la rabia” y se ha expresado diciendo “que se deje a la justicia hacer su trabajo”.

    En unos tiempos en donde cotiza al alza la radicalidad y los castigos eternos, sus palabras son un bálsamo y todo un ejemplo. Que una persona llena de dolor, se comporte alejada de los instintos más primitivos, reaccionando como ella ha reaccionado no es nada habitual.

    Patricia es, sin duda, una gran mujer. Siento admiración por ella, por su trato con todos, por sus palabras, por su conducta. Una conducta humana. Una conducta verdaderamente ejemplar con todos.

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