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Valencià
Por J. P. Enrique
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Malditos mosquitos

    Aquel político no era como todos y estaba en la calle escuchando a los vecinos de su demarcación.

    En la calle y a su despacho de puertas de cristal llegaron voces que le decían que había una plaga de mosquitos y que el problema era muy grave. Un vecino le dijo que había tenido que llevar a urgencias a su hijo porque una picadura le había producido un hinchazón en la cara que daba pena verle. Otro vecino fue a exigirle que no hiciera caso a Europa y que se reanudaran los vuelos con la avioneta rociando todo con insecticida para acabar de una vez con esos malditos insectos. Unos y otros fueron trasladando al político todas sus quejas.

    Dispuesto a ocuparse del problema, aquel político reunió a su grupo de asesores para que le hicieran un informe racional y detallado con sus posibles soluciones. Les pidió también claridad y concisión sobre qué medidas debía tomar y sus consecuencias.

    El grupo de expertos, en tres días expuso al político sus conclusiones en un informe:

    “Nuestro consejo es no dejarse llevar por alarmismos. Es evidente que para un padre al que un mosquito le ha producido un hinchazón grave en el brazo de su hijo pequeño es una persona cabreada que en ese momento va a estar de acuerdo en que una avioneta con insecticida moje todo y a todos para tratar de acabar con la plaga.

    Tiene razón ese padre en enfadarse, pero con la misma carga de razón ¿habría que eliminar todas las plantas y todos los árboles que con su polen producen alergias, a veces hasta mortales, a las personas que las sufren? Es evidente que no.

    Con la fumigación masiva con insecticidas se matan, ciertamente, muchísimos mosquitos. Con su desaparición también mueren, por falta de alimento, golondrinas y murciélagos. El insecticida mata, además, a las abejas y otros insectos útiles para el control biológico de otras plagas. Con la muerte de las golondrinas y murciélagos desaparecen los depredadores naturales de los mosquitos. Y con la muerte de las abejas no es posible polinizar las flores, y los frutales no dan su fruto. De otro lado, rociar la piel de las personas con insecticidas produce irritaciones y algunas personas desarrollan con los años cáncer de piel. Los mismos fabricantes señalan en las instrucciones que llevan sus productos: “Hay que protegerse la piel y los ojos. No utilizar para el consumo humano los frutos de las plantas tratadas hasta que pase un periodo de seguridad de 20 días.”

    El tratamiento masivo de insecticidas tiene efecto balsámico sobre la población que teme las picaduras de los mosquitos, pero no tiene en cuenta los daños colaterales muy graves que ocasiona tanto para las personas como para el medio ambiente.

    La solución a largo plazo más adecuada pasa por restablecer el equilibrio de las fuerzas de la naturaleza y a la vez buscar fármacos que palien los efectos dañinos que sufren las personas más sensibles, tal como se hace con el tratamiento antialérgico que se aplica a quienes sufren alergias sin que nadie se atreva a plantear una medida tan drástica como la de exigir que se arranquen todos los árboles y todas las gramíneas.

    A la vez, y mientras el problema esté fuera de control, puede actuarse de forma limitada en estanques de agua embalsada, aunque la solución más de acuerdo con la naturaleza es la de reintroducir en ellos las ranas comedoras de larvas que antaño abundaban en todas las acequias y charcas.”

    El político leyó detenidamente el informe de los expertos pero pensó que los problemas de una sociedad están entremezclados con intereses políticos. Nuestro hombre tenía muy claro cuál era el problema y cuáles eran las consecuencias. Nuestro hombre sabe también que un cáncer de piel es un problema que no es inmediato. “Lo importante -pensó- es que la gente vea que estoy actuando. Lo mejor será que llene todo y a todos de insecticida y de ese modo no habrá motivos para acusarme y mis votantes me seguirán votando. Dentro de unos años ya se verá. No me pueden echar de la política por la tontería de unos mosquitos.”

    EN PRIVADO Y EN PÚBLICO
    En público Rajoy inmóvil y acosado por corrupción en lo que ya es el libro gordo de PEPEte, no para de repetir que lo que España necesita es una gran coalición PP-PSOE y que si no se dan pasos en esa dirección no es por culpa de ellos. “Es por culpa de los que no quieren sentarse a hablar con nosotros.”

    En privado De Guindos (que sabe que esa propuesta no es más que un eslogan publicitario para justificar la soledad de su partido y culpar a los demás de su inmovilismo) cuando en Europa le preguntan por esa posibilidad se sincera y se ríe a carcajadas. Ese mismo ministro fue también sincero cuando fue a decirle al oído al poderoso ministro de economía alemán que acababa de hacer aquí una reforma laboral “extremadanamente agresiva”. Nada que ver con las explicaciones que aquí daba en el Congreso.

    En privado dijo Rajoy “joder qué tropa”, cuando se dio cuenta que debía apoyarse en los corruptos de esta Comunidad para ser elegido presidente del PP en el Congreso de Valencia. Del alma le salió a Rita aquello de “menuda hostia” al saber el resultado de las pasadas municipales. Auguraba que iban aflorar las tensiones y las denuncias internas.
    La verdad solo la dicen cuando creen que no tienen delante unos micrófonos.

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    comentarios 3 comentarios
    Eco 2000
    Eco 2000
    30/04/2016 06:04
    A Vigorumus

    Si, algún día, dentro de 3,5,10 0 20 años algún hijo o nieto tuyo sufre un cáncer grave y la medicina determina entonces que fue contraido por su exposición a insecticidas, entonces tu recordarás que te reias de lo que te reias y ta vez entonces cambiaras d opinión. Las mismas risas se escuchaban hace años del DDT y del amianto, dos ejemplos muy conocidos por no hablar de otros productos quimicos.

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