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Por Jaume Vicent
A sangre fría - RSS

La memoria de la propaganda

    Creo que me estoy volviendo repetitivo, pero es que lo de Ucrania es un problema serio. En mi último artículo ya expliqué las inquietante similitudes entre Crimea y los Sudetes. No podría dejar de rescatar el tema, sobre todo, después de ver a esas desoladas familias de ucranianos rusos llorar desconsolados en brazos de los militares rusos. Una vez más, la historia se repite, Hitler puso en marcha toda su maquinaria propagandística en el 38, y en 2014, Putin ha hecho otro tanto.

    Un verdadero drama el que han tenido que vivir estas familias, rodeadas de unas personas, los ucranianos, que durante años los han apreciado y cuidado, mientras ellos, rusos de corazón, los odiaban profundamente. Esa imagen es patética, lágrimas en brazos de soldados rusos, insultos gratuitos a los ucranianos, que jamás han levantado una mano contra ellos. Rusia ha echado mano de la propagandick, como ya lo hiciese Goebbels o Stalin. Qué sencillo resulta que la gente (los mismos tontos de siempre) se traguen lo que sea.

    ¿Qué debería hacer Europa? Nada. Y puede que esto contraste con mi anterior artículo, pero es que a estas alturas, occidente no puede hacer nada. ¿Qué podemos hacer para frenar la invasión rusa de Crimea? Nada. ¿Qué debería hacer Europa ante la invasión del oeste de Ucrania y la aniquilación de los opositores, como sucedió en Finlandia durante la guerra de Invierno? Nada. Absolutamente nada.

    Había que tomar medidas, por supuesto, pero antes. Con Rusia como dueña de Crimea, cualquier acción sería vista como una agresión o una provocación. Occidente, sin embargo, ha repetido otro error histórico; esas promesas bravuconas que llevaron a Francia a una declaración de guerra suicida en el 39. Europa no puede caer en la misma trampa dos veces. Si Occidente promete proteger a Ucrania y su estabilidad territorial, volveremos a repetir el error de Varsovia. Al final, con los nazis campando libremente por Polonia, la única solución fue la declaración de guerra. Todos sabemos qué le ocurrió a Francia.

    Las guerras nacen de tipos como Putin; paranoicos, desquiciados y egocéntricos. ¿Qué espera el mundo de un tipo que se fotografía a sí mismo en poses homoeróticas, cabalgando y acariciando fusiles, con el pecho descubierto? ¿Qué espera occidente de un hombre que ha devuelto al Oso Ruso a su madriguera de acero? Putin no es un nuevo ruso. Hay que recordar que Putin era agente del KGB, nacido en las cloacas de la barbarie stalinista. ¿Piensa occidente que se puede dialogar con alguien así? Lo único que alguien así necesita son charlas con algún profesional de la psicología, o si la cosa no funciona, medicación.

    Como ha sucedido siempre, Rusia sufre de una paranoia total, y se ve rodeada de enemigos, poco le importa que el suyo sea un territorio imposible de rodear y asediar. La paranoia no tiene lógica. Cualquier país o persona que cuestione sus decisiones, ha de tener, sí o sí, algún propósito oculto. Yanukóvich había sido puesto allí por su propia mano, si los ucranianos han decidido que no les gusta, ha de ser, sin duda, culpa de occidente. Nadie en toda Ucrania estaría dispuesto a llevarle la contraria a él, al gran Putin.

    La rabieta se veía venir. La excusa ha sido el apoyo occidental a la revolución; y ese apoyo ha sido el gran error de Europa. En política no has de hacer promesas que no puedas cumplir; apoyar a Ucrania, ¿cómo?, ¿militarmente? Imposible, Rusia tiene bien protegida la espalda, entrar en Crimea a los occidentales nos resultaría imposible, por un lado Bielorrusia, país vasallo de Putin, y por el otro, la mayoría ucraniana de origen ruso. ¿Entonces está todo perdido?

    No, queda algo, Europa y Occidente tienen un as en la manga, ellos lo saben y Putin también lo sabe. Por un lado su economía, la economía rusa es patética y endeble, si Europa dejase de depender del gas y el crudo ruso, se hundiría. Estados Unidos lo sabe y dejó de depender del gas ruso, aquí todavía tenemos demasiados prejuicios beatniks, y lloriqueamos contra el fraking que tan buenos resultados ha dado a los americanos. Está bien, no es la panacea, y aquí lo sabemos, hemos visto sus resultados. Pero no creo que sea mejor, pagarle a Putin los costes de su cruzada anti-Ucraniana, como estamos haciendo los europeos.

    Y lo más importante, la Rusia de hoy no es la del telón de acero, no es la Rusia de Radio Moscú y Pravda. La Rusia hermética con la que sueña Putin no puede existir en el mundo hipercomunicado en el que vivimos, un chaval con conexión a internet tendrá una visión clara de lo que está pasando con el “amado lider”. Putin lo intuye, pero sus ministros lo saben bien, cualquier acción contra occidente puede suponer el hundimiento del frágil rublo ante el poder del euro y del dólar. Este es el camino de occidente, es lento, y los resultados se verán a largo plazo, pero es el adecuado. Putin lo sabe y lo teme, por eso ya ha llamado a la tranquilidad a sus “amigos” americanos.

    Desde aquí yo le mandaré mi propio mensaje a Putin: ya que tanto le gusta, quítese usted la camisa y cabalgue a espalda descubierta hasta el atardecer, camino de la estepa siberiana. Y no regrese nunca.

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    comentarios 10 comentarios
    Isabel I
    Isabel I
    21/04/2014 03:04
    Pues vaya...

    No entiendo en qué parte encuentra la xenofóbia. Lo que sí encuentro es cierto maniqueísmo por su parte, sobretodo un amor hacia Putin poco sano

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