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Por Jaume Vicent
A sangre fría - RSS

El muro de Berlín y la valla de Melilla

    Supongo que el nombre del artículo es lo bastante revelador como para no tener que explicarles o introducirles en el tema. Todos sabemos de qué va esto, ¿o no?

    Alguien debería explicarles a estos que, por alta y peligrosa que sea una valla, un muro o una muralla (para el caso bien nos va), la desesperación siempre saltará más alto, y la esperanza siempre volará por encima. ¿Es que nunca han oído el dicho? No se puede poner puertas al campo, ni al mundo. Tratar de frenar la inmigración levantando murallas es como mear contra el viento, o tratar de apagar un incendio escupiendo. El imperio chino levantó una muralla enorme para mantener a los mongoles fuera de sus tierras, sin embargo, de poco les sirvió.

    No es sólo estúpido, es además y sobre todo, peligroso para esas personas que buscan una vida mejor. Porque hay algo que la mayoría olvida, no son delincuentes, no son tropas de ocupación, no son la punta de lanza de un ejército invasor; son ni más ni menos, que personas desesperadas que buscan una vida mejor, gente que huye de países en los que son perseguidos, masacrados, países en los que se exterminan etnias, en los que se recluta a niños para guerras locales. Países, no lo olvidemos, explotados por nuestras potencias occidentales y por sus propios gobernantes. Es gente que huye de la miseria, del hambre, de la sed, incluso de la esclavitud.

    No hay que abrir las puertas libremente, esa tampoco es la solución. En Europa se ha permitido el libre acceso y hemos visto la proliferación de las mafias del este y de otros grupos criminales organizados. No es esa la solución, como tampoco lo es, levantar una valla lo más alta posible, lo más larga posible o lo más peligrosa posible. No es la solución electrificarla, militarizarla o sembrar minas. La solución tampoco es hacinar a los que llegan en residencias, a la espera de repatriarlos, o simplemente dejarlos allí, hasta que alguien decida qué hacer con ellos. La solución no pasa por mirar a otro lado, mientras las mafias los extorsionan y los obligan a pagar cantidades astronómicas, ni dejar el asunto en manos de las autoridades marroquíes.

    Hay una solución, de la misma forma que hubo solución al muro de Berlín. Cuando la URSS se hundió, gracias al esfuerzo diplomático del resto de Europa y de los USA, el muro se vino abajo. Si estos países que explotan los recursos africanos, si estos países que alimentan a los señores de la guerra y dictadores, si esos mismos países tratasen mediante la diplomacia de llevar la verdadera democracia a todos estos países subsaharianos, esto sería muy distinto. ¿Por qué nos metimos en una guerra suicida en Irak, sin motivo alguno, y en cambio, nos resulta tan difícil ayudar a esta gente? No voy a hablar ni de petróleo ni de diamantes de sangre, no voy a entrar en eso. Pero sí que creo, que podríamos hacer mucho más. Claro que también sé que esta solución es una utopía.

    No podemos culpar a los que saltan la valla, no podemos culpar a esa gente que intenta sobrevivir, de la manera que sea, en el lugar que sea. Tenemos que ser conscientes del drama que viven, de las tremendas deudas que deben afrontar para escapar de unos países bárbaros, sin libertades ni garantías para los ciudadanos. Tenemos que ser conscientes del error que supone tratar de frenar la inmigración a base de barreras y fuerzas militares.

    Dejemos de tratar a estas personas como una fuerza de invasión, hemos de concienciarnos de que necesitan ayuda en sus países de origen, no en un centro de acogida, hacinados y sin nada. Nadie abandona por gusto a su familia, su trabajo, su casa o su vida. Tenemos hoy en día un claro ejemplo en nosotros mismos, ¿cuántos españoles se van a buscarse la vida fuera cada año?

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