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Las tradiciones que nunca existieron

    Cuando el Rey Juan Carlos I, decidió abdicar de la corona, no faltaron opiniones de todo tipo. Sin lugar a dudas, la que más relieve alcanzó fue la exigencia por algunos sectores de la convocatoria de un referéndum para decidir el modelo de Estado, si Monarquía ó República.

    Y como desde entonces, el ondear la bandera republicana en actos y manifestaciones se están dando a veces, acompañados de una interpretación deformada de la II República, y del republicanismo de los partido PSOE y PCE, para reivindicar la III. Yo quisiera de entrada aclarar algunas verdades, para centrarse históricamente. Porque ó se desconocen por algunos ó se ignoran intencionadamente, para así mejor reivindicar la III República.

    Tras 40 años de Dictadura, el restablecimiento de la Democracia en España, mediante lo que ha quedado en la historia como la Transición de 1978, fue posible por muchas razones: Los cambios económicos y sociales que España experimentó desde los años sesenta, por el contexto internacional, por la propia necesidad de la Monarquía de Juan Carlos I, de dotarse de legitimidad propia y democrática, por la voluntad de la oposición antifranquista y del reformismo del régimen franquista de impulsar una nueva etapa colectiva en el país.

    Esa etapa, requirió un cambio histórico esencial, extraordinario: Nada menos que la “reinvención de la Democracia”. Junto a muchos hechos, la aparición de ETA, los problemas con la Iglesia, la imposibilidad de continuar el franquismo sin Franco, abrieron las puertas a la Democracia. La reinvención de la Democracia, fue la gran obra de una arquitectura política que supo construirse bajo y contra la dictadura franquista.

    Con el Rey Juan Carlos I al frente del Estado, España se transformó de forma inesperada y sorprendente, no sin contradicciones y graves problemas en una democracia plena y progresiva.

    Los poderes que el Rey como Jefe del Estado y del Gobierno, había heredado del Dictador, se vieron constreñidos de tal forma que Juan Carlos pasó de ser un Rey con todos los poderes, a ser una Monarquía Parlamentaria, donde si bien mantenía la Jefatura del Estado, ni gobernaba ni se podía inmiscuir en la política que la Soberanía Nacional decidiese con su voto en las Elecciones Generales que vinieron a confirmar la Primavera Democrática que se iniciaba en nuestro país.

    La Constitución de 1978 hizo posible la recuperación de las libertades democráticas, junto a la proclamación de España como un Estado social y democrático, que reconocía la Soberanía Nacional en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado, al mismo tiempo que en su artículo primero definían la forma política de Estado español en la Monarquía Parlamentaria.

    Sometido a referéndum, el proyecto de Constitución elaborado por una comisión donde estuvieron representantes de todas las fuerzas políticas a excepción del PNV, obtuvo un apoyo mayoritario del pueblo que la votó favorablemente por el 87,78% de los votantes, el 6 de diciembre de 1978.

    La Constitución de 1978, ha sido una pieza clave en la construcción de nuestra democracia, uno de los hechos políticos más felices de nuestra reciente historia. Su vigencia a lo largo de estos 38 años ha constituido y constituye la garantía del periodo más largo de convivencia democrática que nos hemos dado los españoles.

    Desde entonces esta Constitución, la que hoy está en vigor hasta que se reforme y las resultantes de las modificaciones se sometan a la Soberanía Nacional mediante un referéndum para ese fin, sigue siendo la Ley de leyes que a todos los españoles nos obliga a respetarla, incluso a aquella fuerzas políticas y ciudadanos que en el ejercicio de su legitimo derecho a reivindicar un cambio en la naturaleza política del Estado, reivindiquen la República como modelo más acorde con los tiempos en la segunda década del siglo XXI.

    Por lo tanto parece, ó debería parecer algo tan sencillo, como lo es, que hasta que no se proceda a la reforma ó la elaboración de una nueva Constitución y esta sea sometida a referéndum y aprobada por la mayoría de españoles. La que vale, la que regula lo que somos y también lo que deberíamos hacer para transformar esa misma Constitución, es lo que dispone desde el 1978 nuestra Constitución.

    Mientras que no exista la concordia de las fuerzas políticas que son la representación de la Soberanía Nacional, para proceder a la elaboración de las reformas pertinentes, cualquier exigencia por respetable que sea, de realizar un referéndum ¡Ya! para decidir la forma política del Estado, ó tiene en cuenta la realidad legal necesaria para hacer posible ese referéndum, ó solo conducirá a estrellarse una y otra vez ante el muro de la legalidad vigente, y a producir frustraciones y tensiones innecesarias en nuestro país.

    Varios argumentos se esgrimen por quienes reivindican el referéndum ¡Ya! para decidir entre Monarquía ó República. Veamos la solidez de “esos argumentos”.

    Entre ellos, los que dan por finiquitado el consenso de las fuerzas políticas que elaboraron la Constitución del 78, por pertenecer al pasado, y esgrimen que hoy hay un amplio sector de la ciudadanía, que no pudieron votar la que hoy está en vigor.

    Flojo, pobre e inconsistente argumento. Porque las Constituciones, no se reforman porque el crecimiento demográfico de un país es tal, que haya un gran número de ciudadanos que no pudieron votar por no tener la edad para ello, ó porque aún no les había llegado el momento de realizar la primera inspiración cuando llegaron al mundo. EE.UU. tiene una Constitución con más de 200 años de existencia y a nadie se le ocurre plantear la necesidad de elaborar otra Constitución para que los que no la pudieran votar, porque no existían, lo hicieran ahora.

    Otro argumento es el que pretende afirmar que el consenso del 78, es aguan pasada y que tilda de traidores a las raíces históricas del PSOE, a quienes hoy defienden los acuerdos constitucionales que dieron paso a la Libertad y la Democracia. Quizá quien a esos argumentos recurre, ven en ellos un buen instrumento para arremeter contra el PSOE y crearle así un problema añadido a los que este partido trata de resolver.

    Y a quienes también – pues son los mismos – pretenden atribuir el abandono del republicanismo del PCE del que dirigió Santiago Carrillo. Asi lo que están deliberadamente es ignorando la historia ó sencillamente ni la conocen, y solo ven con esas difamaciones la posibilidad “tirando de ese imaginario republicanismo”, la ocasión de que seguir con esa cantinela, le aporte algún crédito electoral que tanto desea IU, como otras fuerzas recién nacidas como Podemos.

    Es decir, se les ataca a estos partidos de traidores a la República, y a los orígenes de estos partidos PSOE y PCE.

    En un artículo del historiador Santos Juliá. Que publico El País por aquel entonces de la abdicación de Juan Carlos, el docto profesor tras un repaso a la historia demostraba que ni en su origen, ni en las primeras décadas de existencia de las izquierdas, el PSOE y PCE, la República no estuvo entre sus preocupaciones.

    Entre los males que de un tiempo a esta parte, se achacan al proceso de Transición Política a la Democracia iniciado en julio de 1976, ocupa un lugar destacado, lo que el entonces portavoz de IU evocaba en el Congreso como “renuncia de tanta gente a tantos sueños y tantas convicciones”, hasta aceptar un monarca designado inicialmente por el Dictador.

    El Señor Cayo Lara, basaba la legitimidad de la convocatoria de “un referéndum para que el pueblo decidiese un destino”, precisamente “en todas esas renuncias en la transición para que la Democracia saliera adelante”.

    Es asombroso, que después de 35 años apareciese que IU tuviese claro que los males que afectan a la Democracia procediese de aquellas renuncias, en mala hora consentida por los partidos que fraguaron el Pacto Constitucional, y entre los que nadie diría hoy que el PCE haya desempeñado un papel fundamental.

    Vayamos recordando la memoria la Memoria Histórica. ¿Es que los dos partidos de la oposición de izquierdas el PSOE y el PCE, renunciaron a una tradición republicana que se les atribuye, sencillamente para difamarlos y obtener así algún rédito electoral de los inventores de esta patraña?

    En la historia de ambos partidos, ni en su origen ni a lo largo de su crecimiento.la República figuraba como uno de sus objetivos.

    Desde la fundación del PSOE el 2 de mayo de 1879. Por Pablo Iglesias (el de la chapela, el socialista, el autentico), este tardó 30 años en decidirse que entre la burguesía y el proletariado había un espacio que merecía explorarse, el pensamiento republicano.

    Es entonces a partir de 1909, que el PSOE accedió a formar una coalición con los republicanos, los que habían sido tildados poco antes de “maestros consumado en el arte de engañar”.

    Y esa coalición, no se materializó porque el PSOE aspirase a conquistar escaños en el Congreso de los Diputados, sino porque serviría al PSOE para “ayudar a la revolución”.

    La República adquirió así para los socialistas un valor instrumental al que se atuvieron en el futuro, valía en la medida en que permitía al proletariado “avanzar tranquilamente sin innecesarias perturbaciones” hacia su meta final, “la Revolución Socialista”.

    No en balde, en la reunión promovida por la Alianza Republicana que tuvo lugar en San Sebastián el 17 de agosto de 1930 a la que asistieron representantes de todos lao partidos republicanos, no acudió el PSOE aunque a título personal acudió Indalecio Prieto.

    Solo después de un largo y difícil debate interno, las dos organizaciones socialistas el PSOE y la UGT en octubre de 1930 se sumaron al Pacto de San Sebastián, en Madrid con el propósito de organizar una Huelga General, que fuera acompañada por una insurrección militar que metiera a la “Monarquia en los archivos de la historia”.

    En la formación del Comité Revolucionario formaron parte por el PSOE Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero.

    En 1930, no era sorprenderte que Julián Zagazagoitia escribiese en “El Socialista” que, “Un socialista solo podía ver en la República con indiferencia, por la muy sencilla razón de que a quien se había educado en las convicciones marxistas, le tiene perfectamente sin cuidado el trastrueque que se opera en un país al pasar de la Monarquía a la República.”

    Y si nos referimos al PCE y a la definición hecha por su Comité Ejecutivo también en los años 1930 acerca de ¿Qué significaba la República para la clase obrera? El máximo órgano de dirección de los comunistas afirmó: “Es la Guardia Civil garantizando la propiedad y la explotación de los obreros y campesinos, bajo la dirección de un Presidente en lugar del Rey”.

    Hoy se podrá decir, que sectarios, sí, pero lo que no se puede es emplear una táctica repugnable porque no es verdad, la de atribuir un republicanismo de origen al PSOE y al PCE de Carrillo, que nunca existió, para después criticarlos como si fuesen unos traidores. Eso es lo que hizo IU por boca de Cayo Lara en el Congreso de los Diputados, y siguen haciendo.

    Pero así fue la historia mientras que el 14 de abril en la Puerta del Sol se proclamaba la República, miembros del PCE irrumpieron en la misma gritando la consigna “Abajo la República, vivan los soviets”.

    Y en plena experiencia republicana “El socialista” decía en su editorial que la República, “Ni vestida ni desnuda nos interesa”, y la deseaban la muerte.

    Por eso ahora, cuando uno escucha como se falsea la realidad como hacen algunos, afirmando que las izquierdas vienen de tradición republicana a la que traicionaron en los años de la Transición, a uno se le revuelven las tripas. Porque es una vulgar y grandísima mentira que se utiliza únicamente para atacar fundamentalmente al PSOE.

    El PCE, además renunció a plantear la cuestión de la República veinte años antes de que la Transición comenzara. Cuando publicó su célebre declaración política “Por la reconciliación Nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español”, donde la República no se mencionaba para nada, precisamente en un documento que contribuyo a clarificar por donde pasaban la conquista de la Libertad y la Democracia. Para nada la República.

    Y para armarme de argumentos, me referiré a la mismísima Dolores Ibarruri que en 1966, al recordar que el problema del régimen estaba en la calle y evocar a quienes “en el deshojar de la margarita política española” se preguntaban ¿Monarquia ó República?, Dolores afirmaba que solo cabía una sola respuesta: DEMOCRACIA Y LIBERTAD, ambas en mayúscula.

    Pero cuando la República se vio atacada por el golpe militar fascista de Francisco Franco, todos los partidos acudieron a defenderla, por encima de su adhesión ó lealtad republicana, con su identidad propia, sus estrategias y metas finales, que no eran la República del 31, sino el comunismo, el socialismo, el anarquismo ó la independencia de los pueblos, por eso lucharon y por eso murieron. Y por eso merecen ser recordados y respetados, lo que exige el no manipular la realidad 80 años después del inicio de la Guerra Civil como ahora se está haciendo.

    Tras nuestra guerra y la finalización de la II Guerra Mundial, muy pocos en el exilio volvieron a acordarse de las instituciones de la República, salvo algunas personalidades republicanas, pero sin el apoyo de socialistas ni comunistas ni de los sindicalistas.

    En 1962, varios partidos de la oposición interior y del exilio, con presencia del PSOE, reunidos es Múnich basaron en su resolución la necesidad de Libertad y Democracia, sin mencionar para nada a la República.

    Un poco más tarde, el PCE y otras personalidades independientes de la Junta Democrática no dejaron de instar a Don Juan de Borbón a publicitar un manifiesto postulándose como titular de la Corona, no que no quisieran un Rey en la Jefatura del Estado. Se equivocaron de candidato, pero en el fondo lo que se expresaba era algo que desde 1948 los socialistas y desde el 1956 los comunistas, ya habían hecho saber en público y en privado que aceptarían un Rey en la Jefatura del Estado siempre que abriera un proceso constituyente con referéndum final.

    Y eso es lo que ocurrió a partir de 1976 y hasta 1978, en condiciones que nadie podía imaginar siquiera 30 años antes.

    Y esa fue nuestra historia, y no otra. Por eso a mí y estoy convencido que a millones de españoles nos parece un absurdo, aunque nada se pueda objetar a la legitimidad de la reivindicación de la III República, que los herederos de quienes en los años 70 del pasado siglo, enseñaron a los jóvenes que el problema no era Monarquia ó República, sino Democracia ó Dictadura, hoy se empeñen en plantear, inventándose unas tradiciones que no existieron, y 84 años después que el problema hoy en nuestro país es la decisión entre ¿Monarquia ó Democracia?

    Lo lamentable es la ceguera política que hoy padecen algunos políticos y que están trasladando a la ciudadanía en nuestro país generando confusión y desviando la solución de los auténticos problemas económicos, sociales y políticos que son los que hay que solucionar. Y que se empeñan en cerrar los ojos ante la realidad histórica que nos ha demostrado que si en 1931, el problema fue la Monarquia, en 1976 fue la solución.

    Deberían abrir los ojos y convencerse de que solo apelando a la cordura, la responsabilidad y la prudencia como actitudes indispensables para hacer frente al reto que algunos pretenden plantear a la sociedad española, solo es posible encontrar soluciones sobre el futuro de España en el marco constitucional y en el Estado de Derecho que consagra la Constitución de 1978.

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