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Por María José Navarro
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La injusta justicia

    No puedo más que escandalizarme cuando veo las injusticias que se cometen en este país en nombre de la Ley. Una Ley que no es igual para todos y todas, pues depende mucho del estatus social en el que te muevas y los ceros del delito cometido, para tener un juicio u otro… Queda más que claro, visto lo que podemos ver cada día, que es muy interesante estar emparentada con la casa real, o ser un político o empresario cuya nómina mensual daría de comer a muchas personas durante un año…

    Tenemos una Justicia lenta y oxidada, que produce (¿cómo no?) rechazo y desconfianza, que castiga delitos muchos años después de cometidos, obviando uno de los principios básicos de la criminología (también la psicología habla del castigo inmediato), que dice que para que la justicia sea eficaz, debe ser administrada poco después de cometido el delito.

    Y, obviamente, no es eso lo que pasa en nuestro sistema judicial. En estos últimos días hemos podido ver cómo una persona ha ingresado en prisión por un delito cometido hace ocho años, sin tener en cuenta que las personas pueden cambiar y que sus situaciones vitales también. No es lo mismo un joven de 18 años cometiendo un delito con unas circunstancias y entorno poco apropiado, que el mismo joven con 26 años, pero ahora siendo una persona madura, con un trabajo estable y una familia que depende de él.

    Por otro lado, también habría que plantear lo desproporcionado de la sanción, ya que no puedo entender que por robar una bicicleta te caigan seis meses en el trullo y por estafar, malversar, dilapidar y evadir miles y miles de millones de euros, como estamos acostumbrados en este país, no haya sentencias que realmente se ajusten a esos delitos…

    Como tantas otras cosas, la Justicia debe cambiar en este país. No es posible que estemos rodeados de chorizos y corruptos que se salen de rositas y, por el contrario, continúen habiendo personas que entran a prisión a destiempo, cuando esa sanción ha dejado de tener sentido, pues esa persona ya está integrada socialmente. No olvidemos que las medidas judiciales deberían ser de preventivas, educativas y de reinserción… Pero, cuando esa reinserción ya se ha producido de manera natural, deja de tener cualquier sentido la aplicación de la pena, pues esa persona ha conseguido lo que la cárcel, lamentablemente, no hubiera hecho.

    Que nuestras cárceles no sirven para su cometido, queda más que demostrado, ya que pocas oportunidades para la reinserción tienen los que allí habitan y, sin embargo, el coste económico que supone es muy alto… Así que habría que buscar alternativas válidas, que ofrezcan oportunidades reales, como en Holanda, que por falta de usuarios han tenido que poner sus instalaciones penitenciarias en alquiler, pues allí se aplican otras técnicas y castigos alternativos, más centrados en la reeducación de los condenados.

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