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Por María José Navarro
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Pacto a la naranja

    Hoy os presento una receta de la cocina más clásica: el pacto a la naranja, para el que os voy a dar los ingredientes para que podáis cocinarlo, saborearlo y si tenéis el estómago agradecido, tal vez, podáis digerirlo.

    INGREDIENTES (para 47 millones de españoles):

    - Un PSOE fragmentado y con algunos barones que cortan el bacalao. Se debe buscar muy atrás en el tiempo lo de socialista y obrero, ya que con el paso de los años, eso se ha difuminado hasta convertir el rojo sangre de su logo en un rosáceo pálido, que dista mucho de lo que a sus votantes les gustaría.

    - Un Ciudadanos con ganas de gobernar, aunque nadie quiere saber bien, bien, cual es su color político, ya que el PP les achaca ser la marca blanca del PSOE y la izquierda de ser la marca blanca del PP. En realidad es el lobo (naranja) disfrazado de cordero, ya que solo hay que rascar un poquito en su discurso, para darse cuenta que de izquierdas tiene más bien poco o nada.

    - Unos cuantos kilos de naranjas para la salsa. A poder ser valencianas, que es de lo poco que nos han dejado sin corrupción en esta comunidad.

    PREPARACIÓN:

    Después de muchas semanas de maceración, de un PP que tiró la toalla pero que, como el perro del hortelano, ni come ni deja comer, de un Podemos tensando la cuerda de la negociación, de sies pero noes, de ahora quiero pero no puedo, de voy a hablar con las bases, de propuestas diversas algunas de ellas de lo más variopinta, de la posibilidad de formar un gobierno a la valenciana (que hasta ahora está funcionando bastante bien), de un panorama muy complicado, aunque absolutamente interesante políticamente hablando, llegamos al momento del pacto. Un pacto que nos presentan como la solución a todos nuestros problemas. El pacto del “cambio”. El pacto “progresista”, dicen.

    Un pacto que no va a tocar la reforma laboral, aunque se presentan algunas modificaciones como la del cheque para la formación de desempleados con un fuerte olor a chamusquina y privatización.

    Una ley mordaza que de momento solo se comprometen a revisar, lo que sabe a chocolate muy amargo.

    Una ley de educación que no se derogaría, sino que solo se paralizaría lo que no se haya puesto en marcha aún. O sea, ni carne, ni pescado…

    Y yo, como millones de españolas y españoles, nos quedamos con las ilusiones chamuscadas, el pato nos lo han desplumando y escaldado, dejando inservible la receta del progreso y el cambio real.

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