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Por María José Navarro
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Déjà vu

    Estoy teniendo un “deja vu”, pero uno de esos que no son nada agradables, pues no es una vivencia que nos imaginemos que ha pasado, sino que es algo que ha ocurrido con anterioridad y sabemos como van a desarrollarse los acontecimientos.

    Me refiero al proceso de negociación para crear gobierno, pues en las anteriores elecciones municipales la ciudadanía ya padeció largas semanas de intentos fallidos, de querer y no poder, de ahora sí, pero no, que nos sumió en una desesperación cercana al “Haraquiri”.

    Y es que en estos procesos se juega al poder de una manera tan absoluta que se pierde la perspectiva social, lo que nos deja a las ciudadanas y ciudadanos sumidos en una oscuridad que nos hace invisibles. Ahora no existimos para ninguno de esos políticos a los que hemos votado. Ahora solo somos espectadores del teatro de la Política. Ese teatro, en el que algunos actores que ya deberían haber desaparecido del escenario, por lo anticuados y obsoletos (por no utilizar otros calificativos más descalificativos), se toman la libertad de dar consejos tan rancios como el de hacer un pacto de derechas en beneficio de la sociedad.

    ¿Qué sociedad? me pregunto yo. ¿Esa que tiene un 21% de paro? ¿La que obliga a sus jóvenes excelentes a buscarse la vida en el extranjero? ¿La que tiene una legislación laboral que ha hecho retroceder los derechos de los trabajadores 50 años? ¿La de la privatización de los servicios públicos? ¿Esa sociedad patriarcal que padece (y consiente) el asesinato de sus mujeres? ¿La que expulsa de sus casas a las personas? ¿La de la corrupción? ¿Es esa sociedad a la que deben proteger?

    Pues miren señores políticos (sí, en masculino, ya que hay pocas mujeres que suban a ese escenario del que estoy hablando), necesitamos que nos salven precisamente de eso. Necesitamos que se hagan políticas diferentes. Políticas cercanas a la ciudadanía. Políticas que velen por nosotras, pues las personas somos las que las padecemos o disfrutamos. Políticas de empleo que vayan algo más allá de la esclavitud, que es lo que tenemos en estos momentos. Políticas sociales que hagan una distribución más equitativa de los recursos. Políticas sanitarias que no penalicen a los usuarios por ponerse enfermos.
    Políticas educativas que transformen a nuestro alumnado en la fuente del futuro.

    Y ya que estoy en vereda, deberían mirarse muy bien eso de hacer pactos con corruptos, pues ya estamos muy hartas de que todo, en este país de pandereta, huela a podrido.

     

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