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Por María José Navarro
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Maestras despeinadas

    Las maestras, y digo maestras porque lamentablemente hay muy pocos hombres que se animen a ello, deben tener un alto nivel vocacional pues es una difícil profesión. Si además de ser maestras, lo son de Educación Infantil, la cuestión se complica un poco más, pues cada día se deben enfrentar con treinta, como diría Serrat “locos bajitos”, en sus aulas de tres, cuatro y cinco años. Y lo de treinta se lo debemos agradecer al señor Wert y a su Real Decreto de 2012 por el que, entre otras genialidades, se aumentaban las ratios de todos los niveles en un 20%, lo que es una barbaridad, sobre todo en las aulas de Infantil y Primaria.

    ¿Os podéis imaginar lo que eso significa? Treinta niñas y niños diversos, diferentes, con necesidades educativas dispares, pero además puede ser que constipados o con dolor de tripita, a los que hay que limpiarles los mocos, quitar guantes, bufandas, abrigos, mochilita, más mocos, lavar manos, caras, ponerles a hacer pipi o caca, darles el almuerzo, atenderles en todo momento… La primera media hora es solo para organizar todo ese caos de ropas que hay que quitar y de litros de lágrimas que hay que secar…

    Luego viene la segunda fase: hay que enseñarles cosas. Y claro, lo mejor en estas edades es enseñarles con juegos. Los aprendizajes les tienen que resultar divertidos, agradables. Afortunadamente, lejos queda aquello de que “la letra con sangre entra”, (aun me acuerdo yo del trauma que me suponía ir al cole a aprender las letras a base de pescozones) y los pequeñajos de hoy en día pueden disfrutar, en mayor o menor medida, de esas horas en las que van a aprender, pero sobre todo, a socializarse. Y la maestra debe atender todas las dificultades, incluso las necesidades educativas especiales, solo con la remota posibilidad de tener algún refuerzo, esto también gracias a las políticas restrictivas que se han aplicado en educación…

    Después vuelta a limpiar caras y manos, repeinar a todas y todos, poner chaquetas, guantes y bufandas, y entonces llega el gran momento de la salida del colegio, padres y madres deseando recoger a sus retoños. Madres y padres nerviosos, sobreprotectores, que necesitan saber de primera mano si han comido, si se han bebido el zumo, si han estado contentos o tristes, si se han tomado el jarabe, si han tosido mucho, si han jugado, si han pintado sin salirse, si han aprendido a escribir su nombre…

    Y las maestras han de explicar hasta el último detalle del día a cada uno de ellos… e incluso, en algunos casos, han de soportar que se les cuestione su trabajo: que si es que la nena ha perdido un guante, que si mi niño no se ha comido el almuerzo, que si éste le ha pegado al mío, o si aquella se ha caído y se ha hecho un rasguño, que si fulanito tiene piojos y se los está pasando al resto, que si tienes que estar más pendiente, que si no les enseñas bien… Y lo que había sido un día ajetreado pero motivador como siempre, acaba con el interrogatorio de unos padres y madres que en muchos casos son incapaces de resolver sus problemas con sus hijos, incapaces de un “no” a tiempo, pero que exigen a esa maestra, agotada y despeinada por una larga jornada con sus treinta “locos bajitos”, que sea totalmente perfecta e impecable con ellos.

    Debemos devolverle a la profesión docente ese prestigio que ha ido perdiendo, tanto social como institucionalmente. Hay que tener en cuenta que esas maestras que están con nuestros hijos e hijas en el período de Educación Infantil son las responsables en gran medida de su futuro escolar, dada la importancia del desarrollo cognitivo en esos años.

    Para eso, las familias han de saber reconocer el trabajo que diariamente se hace con sus hijos e hijas y la administración educativa debería darle ese grado de importancia a la carrera de Magisterio, al igual que sucede en otros países de Europa, donde se ha de demostrar tanto la vocación como la valía de cada persona que quiere acceder a ella, y después, exigir y favorecer la formación continuada de los maestros y maestras, pues de otra manera va a ser muy difícil llegar a ese grado de “calidad” que todos deseamos, pero que nuestro ministro de educación no ha entendido.

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    comentario 1 comentario
    marietika
    marietika
    13/02/2015 08:02
    Un poco de sensatez

    Wert es una marioneta de la política pepeista, no hay que echarle la culpa a él únicamente, es todo el sistema político del PP el que desestructura una sociedad que había aprendido a convivir democráticamente y provoca la estratificación social, donde el rico es más rico y el pobre más pobre. Pero a ellos qué? Son la élite, no pasean por barrios pobres, no se preocupan si tienen o no leche en la nevera para dar de desayunar a sus niñ@s, no tienen que usar el transporte público, no tienen que vivir con 426 euros al mes pagando casa, luz, agua, comida... Quieren que seamos incultos, ignorantes, pobres y zafios, porque ese es el tipo de persona que se puede manipular, adoctrinar. Y están haciendo todo lo posible para que cada vez nos preocupemos más de sobrevivir y menos de sus chapuzas para hacernos creer que están haciendo algo. No quieren que seamos tod@s iguales, ni que tengamos formación para que les podamos debatir, juzgar o criticar sus actuaciones. No lo veis? Ese es su plan.

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