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Por María José Navarro
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Los pobres y la duquesa

    Lo cortés no quita lo valiente, por ello y en primer lugar, mi más sincero pésame a la familia de quien fuera una de las grandes de España y también la novena fortuna más grande según la revista Forbes.

    María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, o como muchos la conocíamos, Duquesa de Alba. Catorce veces Grande de España, entre otros Ducados, Marquesados y Condados, por no nombrar decenas de condecoraciones y títulos honoríficos. Nacida en Madrid y fallecida en Sevilla a los 88 años, un jueves 20 de Noviembre (curiosa coincidencia).

    Ella siempre declaró sentirse muy unida a Sevilla, quien la nombro Hija Adoptiva en 1968, puso a una plaza su nombre y colocó una estatua en su honor en los Jardines de Cristina.

    Para muchos, “la Duquesa” (cariñosamente) generaba simpatía y admiración por su desparpajo, sencillez y cercanía hacia el pueblo sevillano en fiestas y saraos. Y también por haber hecho su vida a su antojo en épocas donde el resto de mortales vivíamos bajo el yugo y las flechas.

    Decían que podría haber sido reina de Escocia e incluso que el rey de España debía inclinarse ante ella. Católica como nadie, tanto que ni ante el papa debía inclinarse.

    Decían que se podría cruzar España solo pisando suelo de su propiedad. Decían de ella que rebosaba, generosidad, siempre tenía su casa abierta para los necesitados. Se convirtió en la mayor benefactora de los gitanos. Lo tenía todo, riqueza, inteligencia, belleza, hasta el amor le llego en tres ocasiones.

    A pesar de tenerlo todo, nunca consiguió la simpatía de un sector de la sociedad que pensaba que la casa de Alba representaba a esa España rancia, el continuismo de la sociedad feudal, el bochorno de tanta fastuosidad en pleno siglo XXI. Sector, que en muchos casos se convertía en el enemigo de la “Duquesa” quien los reconocía como “unos locos… delincuentes”. Ni el de los jornaleros andaluces que tachaba de vagos, tras no respetarles los convenios y tenerlos, a algunos de ellos, irregularmente trabajando. Tampoco agradó a quienes lucharon para conseguir una democracia en España mientras ella formaba parte de esa sociedad acomodada que vivía bajo el paraguas protector de la dictadura. Es por ello que sean muchos los que no le reconocen ningún mérito para tanto homenaje a quien llaman “la duquesa rebelde”.

    Todo en su vida era la representación de una aristocracia alejada de una realidad social que pedía a gritos un cambio.

    De tal calibre eran los caprichos de la duquesa que ya en 1947, en su primera boda, el periódico del régimen publicó, contra la fastuosidad de la ceremonia y su costo, lo siguiente: "El hambriento pueblo español, ha aplaudido la boda de la duquesa con bastante menos tristeza de la que se imaginaban los corresponsales británicos. Al pueblo español le gusta encontrar de vez en cuando materia prima para sus sueños. Esta boda permitió muchas horas de felicidad a la gente pobre".

    Y es que “La Duquesa”, era la beneficiada de las principales subvenciones procedentes de la Política Agraria Común. Perseverando una política agraria latifundista, con todas las características que ello comporta y que no deja de tener críticas de los que defienden modelos de corte más social. Además de las subvenciones, las empresas de la Duquesa suelen “donar” sus fondos a la propia Fundación de la Casa de Alba, por lo que, aparte de importantes desgravaciones fiscales, el dinero donado vuelve a la misma caja de la que salió.

    Por si fuera poco, las fincas rústicas, terrenos y patrimonio artístico no figuran a nombre de la Duquesa o de su familia, y así evitan pagar el impuesto de patrimonio, ya que están bajo la Fundación o en sociedades patrimoniales. Algunas de estas empresas o sociedades mantienen deudas con Hacienda y, sin embargo, siguen percibiendo subvenciones y ayudas.

    No resulta difícil ver cómo, con el paso de los años su patrimonio ha ido aumentando hasta llegar a lo más alto de la lista Forbes, a costa de que el Estado haya dejado de percibir cantidades astronómicas de impuestos. Esto sumado a que, durante los últimos años, la exposición pública de parte del patrimonio, ha supuesto el enriquecimiento único y privado de los Alba.

    La riqueza que atesora la familia Alba y la consecuencia cultural que tiene para nuestro país es incalculable. Pero tras esto, somos muchos (véase las redes sociales) los que nos sentimos indignados al ver como después de casi 70 años, todavía se nos pueda atribuir la misma frase publicada “Al pueblo español le gusta encontrar de vez en cuando materia prima para sus sueños…permitió muchas horas de felicidad a la gente pobre".

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    comentarios 2 comentarios
    Marietika
    Marietika
    15/01/2015 06:01
    Los sueños sueños son

    Sí, a quienes no tenemos nada nos gusta soñar que algún día no tendremos que remirar el precio de las etiquetas para hacer la compra. La fastuosidad y el lujo nos permiten soñar con que algún día podremos comprarnos ese pastel de escaparate que siempre miramos golosos y lo dejamos para otro momento que nuestra economía vaya mejor. Nos gusta soñar con que ningún día faltará la leche para el desayuno de nuestros hijos. Nos gusta soñar que tendremos las ayudas sociales necesarias para hacer frente a la cotidianidad de nuestros días. Quien no necesita un sueño para poder seguir adelante ante tanta dificultad? Ah, sí… quienes lo tienen todo. Su sueño es diferente al nuestro: Nosotros soñamos con llegar a fin de mes y ellos sueñan en tener más y, despiertos, maquinan como arrebatarnos lo poco que nos queda para cumplir su sueño. La tierra de Andalucía pertenece a los Alba y los andaluces sueñan que algún día podrán tener un poco de tierra para dar de comer a su familia. Que bonitos sueños!!

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