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Por María José Navarro
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Alzheimer:la enfermedad del olvido

    Va por ti Enriqueta y por todos los que sufren esta odiosa enfermedad.

    Veo casi cada día a esta pareja de octogenarios, él solícito, dándole a la mano a ella, cuidándola, mimándola… Salen a comprar y a pasear y cuando los ves piensas en qué relación más bonita tienen y que te gustaría llegar a ser mayor y seguir compartiendo esos detalles con tu pareja. Sin embargo, a poco que te fijes en ellos te das cuenta de que algo falla. Ella tiene la mirada perdida, esa mirada que quién haya tenido algún caso cercano en la familia la reconoce de inmediato. Es la mirada del Alzheimer, la enfermedad del olvido. Esa enfermedad cruel que te borra la memoria hasta dejártela como un papel en blanco, eso sí, en blanco pero sin ninguna posibilidad de escribir nada en él, arrugado, ajado, destruido…

    Todo empieza por pequeños descuidos, nimiedades como olvidarse de ponerle sal a la comida… y esos pequeños olvidos se van haciendo cada vez más frecuentes y van unidos a cambios de humor y emociones que no son las habituales, suelen desorientarse, se confunden y tienen dificultades para organizarse y planificar el día a día. Durante este proceso, los familiares cercanos puede que no se den cuenta de esos cambios, o los achaquen a una pequeña depresión.

    En la siguiente etapa la enfermedad ya se identifica en toda su crudeza: el enfermo olvida su vida y sus acontecimientos y confunde el pasado lejano con el presente; deja de reconocer a sus seres queridos y cada vez está más desorientado y desconectado de la realidad; empieza a tener problemas del habla y comprensión, incluso inventa palabras; también sufre trastornos del sueño y tiene dificultades para vestirse o asearse; y al darse cuenta de lo que le sucede se puede volver más irritable, depresivo y apático.

    Pero la enfermedad sigue su curso inexorablemente y la siguiente etapa es la de la dependencia total, en la que el enfermo pierde su capacidad de alimentarse por sí mismo, de hablar, de reconocer a las personas, de controlar sus funciones corporales y su memoria se queda anulada por completo.

    Con este panorama, los familiares-cuidadores tienen muy pocas opciones, pues ya en la segunda etapa de la enfermedad hay que estar muy pendientes del enfermo y comienza un período angustioso y triste. Angustioso porque eres testigo de esa evolución de la enfermedad, siendo consciente que no hay remedio para ella y muy, muy triste por ver en lo que puede quedar una persona que hasta hacía muy poco tiempo era activa y tenía una energía que poco a poco se va apagando y la va deteriorando hasta dejarla convertida en una sombra retorcida de lo que fue.

    Y además de enfrentarse a la enfermedad, los familiares han de enfrentarse también a la burocracia de un sistema insensible, a un sistema que no funciona, entre otras cosas porque no se han destinado recursos económicos suficientes para que la Ley de Dependencia pueda funcionar como corresponde…

    Papeleo y más papeleo, solicitudes, entrevistas, recursos, reclamaciones… Tal vez incluso llegue la notificación de que, finalmente, la administración ha considerado que esa persona es merecedora de recibir la ayuda económica o personal, de que se le ha reconocido su dependencia, sin embargo y tristemente, en muchos casos llega antes el fallecimiento del enfermo que un solo euro de dicha ayuda… Son esas cosas que pasan en nuestra Comunidad…

    …y entonces se inicia otra batalla, en la que los herederos han de reclamar esas ayudas que nunca llegaron, o tal vez, agotados física y mentalmente de pelear con el Alzheimer, acaben por intentar olvidar (qué ironía) esos euros que les hubieran ayudado a cuidar de otra manera a su enfermo y a poder evadirse, al menos en algún momento, de su rol de cuidador que tanto llega a condicionar.

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    comentario 1 comentario
    Marietika
    Marietika
    19/09/2014 11:09
    La enfermedad del olvido

    Que emotiva opinión!. Tierna y desgarradora a la vez. Hace años, leí un espectacular trabajo de un científico mexicano que confirmaba que el Alzheimer era un deterioro neuronal provocado por acumulación de aluminio, un metal que se utiliza en la potabilización del agua (es la forma más barata de hacerlo), en la fabricación de fibras textiles y en los desodorantes. Así que bebiendo, cocinando, vistiéndonos o aplicándonos el desodorante, estamos introduciendo en nuestro organismo cantidades ingentes de aluminio que encuentra un lugar para quedarse en nuestro cerebro. La OMS dice que para que un agua sea saludable para el consumo humano debe tener menos de 150 TDS (Total Disolved Solids) por millón de partículas de agua, y estamos cocinando con un agua que en ocasiones alcanza los 1.800 TDS. Un agua más sana? sí, es posible, pero no enriquecería a las compañías que nos la proporcionan, privatizadas no se sabe por qué motivos, pero que acoge políticos cuando finalizan su mandato, por qué

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