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Por María José Navarro
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Avanzar en igualdad

    Pasó hace alrededor de cuarenta años y se había quedado almacenado en lo más profundo de mi memoria sin haber pensado en ello desde hacía muchos años, pero con el intenso debate de estos últimos días sobre violaciones, agresiones, machismos, recomendaciones antiviolación e impresentables (impresentables con cargos públicos, que es peor) diciendo sandeces relacionadas con este tema, ayer me vino la imagen como un flash y he recordado nítidamente aquella experiencia traumática que sufrí de niña.

    Yo tendría ocho o diez años y mi madre me había enviado a comprar algo. Bajé a la calle y fui a por el encargo a un ultramarinos que había en la esquina de mi casa. La zona donde vivíamos era un barrio de obreros, la mayoría inmigrantes venidos de otros puntos de España, aunque la parte de las cuevas se había degradado mucho por aquellos años y allí se habían instalado gentes que rompían la tranquilidad del barrio, por lo que me daba especial reparo pasar por allí y solía evitarlo.

    Cuando ya había adquirido la compra encomendada, regresaba a casa y tuve la desgracia que un tipo se fijara en mí y empezara a seguirme. Llegué al patio de mi casa, con la suerte de encontrarlo abierto, así que corrí escaleras arriba chillando, por lo que el individuo que tenía detrás con una mano pegada a mi culo decidiera marcharse, lo que dejó esta escena en solo un susto para contar, aunque recuerdo que esto me quitó el sueño durante mucho tiempo y desde luego dejé de salir a la calle tranquila.

    Pero lo que más me conmocionó de aquello no fue que un tipo quisiera magrearme, sino la reacción de mi madre, que automáticamente me preguntó: Y tú ¿qué le has hecho o dicho a él? Como si hubiera sido yo la que hubiera provocado la situación…

    Los años pasaron, la zona dejó de estar en ese estado de degradación, las mujeres fuimos creciendo y la sociedad fue cambiando.

    Sin embargo, a pesar de los avances, a pesar de que las mujeres tenemos muchas más posibilidades que entonces, sigue quedando ese poso machista en nuestra sociedad que nos hace vivir todavía en permanente alerta.

    Las mujeres todavía somos culpables de las agresiones que sufrimos. Las mujeres nos las buscamos, porque evidentemente vamos pidiendo guerra si nuestro vestido deja ver más de lo que, para algunos cafres, entra en lo considerado “normal”. Las mujeres somos las que hemos de cuidarnos de tener las cortinas cerradas, porque de lo contrario, el vecino puede pensar que tiene la veda abierta para violarnos. Hemos de evitar ir por la calle a según qué horas, por supuesto no debemos subir en un ascensor y mucho menos en un coche con desconocidos y tenemos que llevar un silbato en el bolso por si acaso sufrimos una agresión…

    Mucho me temo que todavía tenemos un largo camino que recorrer para alcanzar esa plena igualdad sin tintes machistas, que nos haga tener que estar atentas a nuestros modos, que nos haga tener que justificarnos ante los hombres por tener un buen puesto de trabajo o por un ascenso que ellos consideren que no merecíamos y que nos evite tener que escuchar un comentario del tipo: “Claro, con ese escote…” o “Seguro que le has hecho algún favor al jefe”.

    Y para que ese cambio sea posible, nosotras también tenemos que avanzar, eliminando las etiquetas de género que seguimos utilizando, dejando de educar princesas en busca de su príncipe azul y aguerridos piratas conquistadores, tenemos que cambiar nuestro vocabulario, hemos de ser nuestras propias defensoras y trabajar codo con codo con el resto de mujeres, para que ese avance en la igualdad sea real y efectivo.

    Por cierto, después de esta última semana en la que hemos tenido que sufrir los comentarios machistas y ultrajantes de algunos PePeros con cargos, he echado mucho de menos la contestación de sus compañeras de partido, que digo yo, se habrán sentido tan violadas como todas las demás.

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    comentarios 3 comentarios
    Luna
    Luna
    05/09/2014 10:09
    Tomando conciencia

    El peor enemigo de la mujer, es ella misma, aunque no siempre. Cuando se pone tacones, que le destrozan los pies, para quién se los pone?, cuando su actitud es de objeto sexual, para quién actua?. La mujer debe encarecidamente tomar conciencia de su actitud en la sociedad, puede vestirse y actuar como le dé la gana, pero , precisamente porque le da la gana, no para agradar al macho. Ya pasó el tiempo en que habia que pescar un marido para procrear, ya no hace falta, ni siquiera hacen falta los maridos.... Como dice Fatna Daanoun, la ignorancia es el principal obstaculo para el progreso de las mujeres

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