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Por Pepe Aguilar
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Running vs Disturbing

    Me encanta el deporte y si encima es barato de practicar, mucho mejor a pesar de que yo no sea demasiado practicante. Por eso puedo entender, más menos, que a la gente le guste correr. Perfecto. Además, dicen los médicos que es muy sano, como todo, sin cometer excesos y con las precauciones lógicas, por supuesto. Pero la sociedad que se está formando a base del toda la vida “footing” y ahora llamado “running” me parece excesiva.

    Que Valencia se ha convertido en una ciudad ”running”, bien, que es la que más carreras populares tiene oficiales en su calendario, bien, que el Ayuntamiento y las diferentes instituciones se vuelcan con este deporte, mejor todavía… Lo que pasa es que cuando una moda se extiende tanto que comienza a ser pegajosa empieza a cansar.

    Y empieza a cansar más cuando para que unos corran otros tienen que soportarlo y sufrirlo. “A jugar al descampado”, “a jugar a la cancha”… Cuántas veces hemos oído esto de padres, vecinos, viandantes, etcétera. Pues bien, el running, últimamente, paree que tiene cata blanca, y sobre todo cuando las competiciones llevan licencia oficial.

    Todo este pequeño alegato viene porque los que tenemos la suerte de vivir en la zona del puerto de Valencia sufrimos, cada quince días aproximadamente, la moda running. Si, digo sufrimos porque cada quince días, aproximadamente, vemos cómo perdemos plazas de aparcamiento –unas cuantas, por cierto- en un lugar donde aparcar no resulta excesivamente fácil, vemos cómo se nos coarta nuestra libertad de movimiento y sufrimos injerencias acústicas desde primera hora de la mañana en días que, habitualmente, están dedicados al descanso del personal.

    No me niego, ni mucho menos, a que se busque una buena ubicación para realizar este tipo de eventos deportivos, lo que sí me gustaría reclamar es un poco más de atención y respeto para con los vecinos de la zona y quizás alguna alternativa a los circuitos de running para que no fueran siempre los mismos los que sufrieran sus consecuencias.

    Les voy a poner un ejemplo. Me levanto un día cualquiera por la mañana y en el patio de mi casa encuentro un cartel que reza: “El día X se celebrar la carrera tal. Disculpen las molestias”. Sí, nosotros disculpamos las molestias, pero ustedes ofrézcannos un itinerario de salida y entrada a nuestras casas o un sitio por donde acceder a ellas.

    Esto, tan sencillo que parece, normalmente no existe. Te sueles encontrar que todo está vallado y donde no hay vallas aparece un hombre uniformado que cumple a rajatabla sus órdenes, con un exceso de celo que podría contrastar con un mínimo –mínimo- de sentido común.

    Quieren otro ejemplo. Hace ahora aproximadamente un año. La última edición de la maratón de Valencia, que llega en breve. A las ocho de la mañana un estruendo brutal en forma de música –no era Mozart ni nada por el estilo, sino más bien las Ketchup y similares- distorsiona mi descanso. Un grupo de unas 50 personas se habían instalado, chiringuito incluido entre las calzadas de J.J. Domine y el Puerto, todo ellos perfectamente orquestados y dirigido por un líder que megáfono en mano alentaba los chillidos de los demás. Entre el asombro y la alteración se me ocurre consultar con la Policía Local, vía telefónica y un agradable agente me responde que “eso es un punto de animación para el Maratón y que está debidamente solicitado y autorizado”.

    Bien, sorprendido, pero bien. No puedo decir nada ante tal contundente respuesta. Pero no deja de llamar la atención que un domingo que, por ley, no puedo ni siquiera clavar un clavo en mi casa y mucho menos una mínima operación de bricolaje se permita que a las ocho de la mañana suban los decibelios como si de uno de los conciertos de Viveros se tratara. Más cuando la experiencia me había demostrado que un día de Navidad, a las cinco de la tarde y con 20 familiares –no era una fiesta rave- celebrando esta fiesta, unos compañeros de ese agente que tan gentilmente me atendió por teléfono se presentaron en mi casa para decirme que había demasiado escándalo y molestaba a los vecinos.

    Ante estas líneas seguro que saldrán los que digan que no nos quejemos ahora que ya ganamos bastante dinero con la Fórmula 1. Craso error. Algunas empresas ganaron dinero. Pero los vecinos de a pié, para lo único que nos sirvió la Fórmula 1 es para que nos aumentaran la contribución y para que no la hayan revisado después. O la America’s Cup, de la que todavía sufrimos un muro visual en forma de bases abandonadas que impiden la vista y lo único que hacen es criar basuras y servir de urinarios para los que acuden a los establecimientos del puerto.

    Todo esto no significa que esté en contra de la celebración de eventos deportivos, en la ubicación que mejor se considere, lo que pretendo es que cuando se organicen y se gestione, se piense un poco en que no es un descampado, un circuito o un desierto, y que hay personas que deben continuar su rutina habitual en ese circuito… aunque sea sin correr.

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    comentario 1 comentario
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    08/11/2014 05:11
    Caminar

    A mi no em fa cap goig, ara, d'anar a cap prova de córrer o similar. Després dels 50 anys d'edat vaig fer tres o quatre pujades des de Castelló a sant Joan de Penyagolosa, sols una oficial, i alguna volteta de menys metres. El corredor o caminador, en general, és prou facilitari (com jo si haguera tingut bones facultats o hagués començat a fer-ho abans dels 30 anys), sempre amb el cronòmetre a la vista, i encara que quede el 537, està molt cofoi si ha fet 3 minuts, 7 segons menys que l'any anterior. Ara ja no queden corredors, ni acaben les curses. Avui en dia són "runners" i al finalitzar, són "finishers" Jo no soc "walker", ni em diuen Johnny, soc, caminador!

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