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Por Ana Bleda - Periodista valenciana residente en la India
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Violaciones en la India (Verdad o manipulación)

    De visita en España, en junio, por el visado, casi todo el mundo me preguntaba lo mismo “Oye, ¿es verdad eso de las violaciones?” Mi respuesta siempre era la misma, que en España todo se ve aumentado por una lupa, sobre todo cuando se quiere desviar la atención sobre otros asuntos. No violan todos los días, como ETA no pone una bomba todos los días, ni los palestinos e israelíes de a pie son todos enemigos. Esas malas tarjetas de presentación se rompen cuando uno cruza fronteras y conoce personas de diferentes lugares del mundo. No obstante, desde que las mujeres indias se atreven a denunciar, los casos de violaciones acaban en los medios de comunicación, tanto de India como de Europa.

    Hoy antes de escribir esta columna, desayunando con el Times of India, he leído el último caso de violación en grupo (gang rape), en el este de Delhi, capital del país. Desde la capital económica, Mumbai,–como les gusta llamar a la ciudad más poblada de todo el país- Nueva Delhi se percibe como un lugar inseguro para la mujer, y cuando hay casos de violaciones en Mumbai este comentario se repite “se están viniendo aquí, empezaron en Delhi y ahora aquí, Mumbai que era tan seguro para las mujeres”.

    Para entender el norte del país, ciertas áreas, hay que explicar que el hecho de llevar una camiseta de manga corta o entallada es ir provocando, unos vaqueros más o menos ceñidos invitan a los hombres y si te has puesto una camiseta de tirantes es porque querías ser violada. Y si alguien está pensando que es una zona para llevar burka, se equivoca, es zona de punjabis (pantalones bombachos y camisolas largas y amplias hasta la rodilla).

    Recuerdo el comentario de un hombre en la estación de Gurgaon, Delhi, “y luego no quieren que las violen” sobre una pobre chica que llevaba un punjabi de lo más normal, con duppata (pañuelo para cubrirse la parte del pecho). A él le debió parecer un bikini, al menos. Tres días más tarde, yo misma viví una situación tensa en otra estación del centro de la capital india, cuando un hombre de unos 29 años trató de tocarme impúdicamente. Le hice una llave de judo –que ese día me salió bien- y le retorcí el brazo, mientras maldecía en valencià “la mare que t´ha parit, te vaig a trencar els morros…”. Con su brazo retorcido, mi cara de odio y la violencia de mi puño él imploró “sorry, ma´m, sorry, really sorry, please” (perdón señora, perdón lo siento, por favor). Cuando le solté echó a correr, casi tropezándose con la bolsa de su portátil.

    Esto pasó en hora punta, en medio de una de las estaciones de metro más transitadas de Nueva Delhi, en pleno centro de la ciudad ¿Alguien se paró a ayudarme o preguntar? No. La cuestión es que mi reacción no fue la habitual y además soy extranjera. Tocar a un extranjero en la India todavía pesa. Normalmente, las víctimas se sienten intimidadas, tienen miedo, se sienten indefensas y se convierten en una presa fácil, sin más hoy leía un informe que afirma que la víctima potencial es una joven de casta baja o bajo estatus social.

    Una niña de 16 años es la última víctima conocida, (29 de agosto de 2014). Una gang rape, protagonizada por cinco hombres, de los cuales dos eran menores de edad (menos de 21 años para la India) y otros dos eran ex compañeros de clase de la adolescente, estudiante de primero de bachillerato, que salía de unas clases particulares cuando los chicos la asaltaron.
    Las violaciones en la India no son algo nuevo. Han venido ocurriendo mientras Occidente ha dormido tranquilamente. Lo que ha cambiado es que las mujeres indias se han cansado de estar calladas. Muchas de ellas ayudan a levantar el país, son profesionales, madres; la nueva clase media del país. Son ellas las que han decidido decir “ya basta” y arriesgarse a ir a una comisaría de policía donde muchas veces los casos se archivan, haciendo caso omiso de la denuncia.

    Para muchas de ellas presentar una denuncia se convierte en un drama o bien por la burocracia que conlleva o bien porque son cuestionadas y hasta juzgadas por los propios agentes sobre si las han violado de verdad. Esto está cambiando en India y por eso en occidente resuenan ecos de violaciones con una frecuencia que asusta.

    Con todo, para dar un poco de luz a lo que está pasando en este país tan alejado de España, habría que valorar una serie de factores: lo primero es que India es el segundo país más poblado del planeta (más de 1200 millones) y que hay menos mujeres que hombres.

    Además se dan una serie de circunstancias que favorecen estos actos vejatorios contra la mujer: la represión sexual que se respira en todo el país es asfixiante (las mujeres extranjeras lo experimentan claramente cuando vienen como turistas); la falta de educación de clases más pudientes en cuanto a educación sexual, modales, comportamiento social, valores, etc; la ausencia de leyes severas y serias con penas ejemplares y la falta de transparencia; la corrupción política que puede derivar en poner en libertad al violador si este pertenece a una familia rica; la excesiva burocracia para todo; las amenazas a los miembros de la familia si cuenta algo; y la vergüenza social. Nada de esto ayuda.

    Y pese a todo, muchas mujeres indias han decido no callar más, no dejarlo pasar, contarlo a los medios y no vivir el trauma en silencio. Y es por eso que en Occidente resuena tan fuerte. Y mientras tanto seguimos a la espera.

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