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Por Jesús Montesinos
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El efecto mariposa del pepino

    La imprudencia de una senadora alemana de la ciudad estado de Hamburgo ha arruinado la exportación hortofrutícola del pepino y otras variedades de temporada. Aunque ahora vayan dándose golpes de pecho el mal ya está hecho. Los pepinos para las cabras, el tomate y la sandía tocados y lo que es peor: la frontera europea la vuelven a colocar en los Pirineos. Para el consumidor alemán, francés o ingles nuestro control de calidad es como el de Marruecos.

    Visto lo visto nos podemos quedar en acusar a la indolencia de la burocracia de Bruselas, a la ineptitud del gobierno Zapatero (perdido en mil cuitas) o la mala sombra de la senadora alemana en cuestión. Incluso algunos exportadores y transportistas quedarán encantados cuando en unos meses reciban unas indemnizaciones de Alemania vía Unión Europea. Dinero en vena sin pasar por nóminas ni impuestos.

    Pero hay una parte de este conflicto que corresponde a la incapacidad de las empresas productoras (un invernadero es también una SA como un taller de tornillos o un hotel) por adaptarse a la fragilidad de los mercados. Al pepino le pasa como a la naranja o al azulejo, el mueble o el calzado, sectores tradicionales valencianos. Obsesionados por la producción han olvidado los costes, fidelizar clientes o disponer de una logística y marketing suficiente para acomodarse a la globalización. Solo interesa vender, aunque sea barato. Los datos de la creciente exportación de azulejos son engañosos porque no se valoran de precios, costes y modelos que se producen. Solo se valora el volumen y eso no deja dinero. Solo apariencias.

    Junto con la excesiva producción que deriva en ociosa cuando llegan momento críticos, es importante valorar la debilidad de nuestra posición en el mercado. ¿Podrían Maritina Hernández (Agricultura Generalitat Valenciana) o Manuel Cervera (Sanidad Generalitat Valenciana) (por comparar con la senadora del estado de Hamburgo) decretar que la carne de esa ciudad es la causa de nuestros kilos? Lo podrían decir, pero nadie les haría caso porque el producto tiene un fuerte posicionamiento entre los partidarios de la hamburguesa. Sin embargo una desconocida senadora dice una boutade sobre el pepino y quiebra un negocio de millones de euros. Hay evidentemente un efecto mariposa (el aleteo de una mariposa explica que cualquier pequeña variación puede provocar un efecto grande), pero es igual o más importante tener en cuenta que en un mundo globalizado ese aleteo es una variable a prevenir.

    Todos los datos indican que cualquier atisbo de recuperación económica pasa por la exportación. Sin embargo una parte importante de las empresas caminan en esa dirección con la misma fragilidad que los productores de pepinos. Cualquier aleteo nos deja a expensas del destino, convirtiendo en ocioso todo nuestro esfuerzo. De ahí la importancia de valorar que no todo es producir, producir, producir. Eso lo hacen los chinos a mejor precio o en el caso de los pepinos en el Magreb o Turquía. Hay que generar marca, fidelidad y posicionamiento en el mercado, de manera que estas mariposas no nos provoquen un desastre (el buen dato del paro queda destrozado por los despidos del pepino).

    La economía española tiene la exportación como única salida, pero solo piensa en la producción y ha olvidado su posicionamiento comercial ante los clientes internacionales de entidad. Un valor que ni siquiera recuerda la insigne patronal a sus afiliados cuando se le llena la boca de carencias y cuitas sindicales. Esto nos coloca en una situación muy débil, porque en cualquier momento puede ocurrir una pequeña variación en el turismo, la producción industrial o el territorio que nos ponga a los pies de los caballos. Y entonces culparemos al alemán que no nos quiere.

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