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La incoherencia

    Las incoherencias en política no se suelen pagar. A no ser que hayas puesto el listón tan alto que ni tú mismo lo puedas cumplir. Esto, el no poder cumplir lo prometido y ser coherente con la palabra dada y aquello defendido, es lo que les ha pasado a Pablo Iglesias y a Irene Montero. Si ya de por si es extraño que una pareja monopolice los cargos más importantes de un partido, más extraño es que adquieran una vivienda por una cantidad que hasta hace no demasiado tiempo, y siempre según su opinión, estaba reservada para "los de arriba", para "la casta". 

    El confundir partido con líder acarrea muchos peligros y este es uno de ellos. Las incoherencias personales del poderoso líder de Podemos pueden arrastrar al partido a una espiral de pérdida de votos más agudizada si cabe. Podemos, la fuerza morada que llenó plazas y calles con un mensaje regenerador y de lucha contra la corrupción, entra al juego de la mano de quien menos cabía esperar, su líder. Y es que, desde que Albert Rivera fue lanzado al estrellato y sigue recaptando votos indignados, Podemos no levanta cabeza. 

    En política las incoherencias no se pagan, si no, hace tiempo que algunos nombres y apellidos se hubieran borrado del imaginario colectivo. Pero si la incoherencia viene dada por un discurso elevado que hacía bajar la mirada a más de uno el desastre es monumental. Iglesias y Montero tienen un doble reto, recuperar la credibilidad ante los suyos y convencer a un electorado ya de por si alejado de las tesis de Podemos. 

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