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Por Vicent Albaro
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Buscando en el baúl de los recuerdos

    FOTOS
    Buscando en el baúl de los recuerdos- (foto 1)
    Buscando en el baúl de los recuerdos- (foto 2)
    Buscando en el baúl de los recuerdos- (foto 3)

    Es en el Facebook, en una página creada por un ilustre barman local a quien la vida, como a casi todos los de nuestra edad, lo ha maltratado con despiadada dureza. Pero ha tenido la habilidad y el coraje de recomponerse, como otros muchos. Es en esa página donde quien quiere y puede, plasma una instantánea de otros tiempos y de la más variada temática, siempre inmersa en el ámbito local o relacionada con él. Tiene muchos seguidores y le llueven felicitaciones y visitas, a su actual local de tapas en Castellón ciudad. No es para menos. En los tiempos que vivimos, en general pocos estamos contentos con nuestro estado actual, así que recurrir al recuerdo del pasado, es tan humano como reconfortante, ya que al buscar en el baúl de los recuerdos, cualquier tiempo pasado nos parece mejor, y no es porque lo diga la canción de Karina, que también, sino porque los recuerdos que casi siempre son buenos, -los malos hacemos lo imposible por olvidarlos- nos edulcoran los tiempos amargos que podemos pasar; nos hace presentes y visibles a quienes amamos, nos amaron y ya no están; nos sostienen en el penoso trance de lo que no podemos cambiar, y al final siempre aparece como una foto en color en nuestra memoria, que nos repite con machacona terquedad aquello de que, no hay mal que cien años dure.

    Además en esta difícil carrera por sobrevivir, jalonada de etapas facilonas y golosas, pero también de otras extremas y amargas, siempre dejamos atrás jirones de nuestra propia piel. Momentos gloriosos, pero también regueros de sangre que en forma de desencantos, decepciones y añoranzas, engrandece todo aquello que los años difuminaron con implacable e imparable desmemoria. Los recuerdos nos repintan con loable perfección: hechos, lugares y personas. A muchas las llevamos en el corazón aunque la vida, con su alocada montaña rusa, nos haya separado. Pero hay hitos que siempre se recuerdan, pues cincelaron vía el cariño y la amistad, nuestra propia personalidad. También muchas de estas fotografías nos descarnan con certera visión, lo poca cosa que somos, y convendría echarse encima un denso baño de humildad y agradecer poderlo contar, cuando otros muchos como nosotros, se quedaron por el camino.

    Otra perspectiva interesante de estos recuerdos, son los comentarios vertidos sobre ellos. Coincidentes y calcados. Quiere ello decir que somos hijos de una misma visión de las cosas en un momento puntual de la historia, de la pequeña historia local. Lo que nos marca como generación lo queramos o no. Y nos iguala en clase social, lo queramos o no. Somos hijos del turno y del madrugón, nuestro o de nuestros padres. Del juego primario, bullicioso e imaginativo por las calles, retratados en esos montajes tan reales que circulan por internet. De las tradiciones casi puras y de la tele en blanco y negro. Somos hijos del desgaste de nuestros padres, como seremos desgastados nosotros por nuestros hijos y antes de tiempo, si la cosa no cambia.

    Fotografías familiares, de amigos, de festejos, etc. de la evolución de un pueblo, hoy irreconocible a hace pocas décadas. Todo eso en una página improvisada que toma cuerpo cuando un alma generosa y atrevida, planta una instantánea que mueve al recuerdo y a la añoranza. Te reencuentras con aquellas cosas vividas y perdidas con el tiempo. Con personas a las que quisiste y abriste tu corazón con confidencias secretas. Con las que colaboraste en ese o aquel asunto. Ver retratada una parte de ese pueblo desvencijado por todos y por nadie. Nada es hoy lo que ayer fue. Pero es bonito recordarlo, porque nosotros estuvimos allí y no nos dimos cuenta, hasta que un hostelero le dio por colgar fotos antiguas en una página de Facebook, y la gente comenzó a compartirlas. Porque ese es el secreto y la grandeza, compartirlas. Pues al hacerlo se desencadenan los recuerdos y anécdotas en ágil torrentera entre sus protagonistas y anejos.

    No sé si lo sabe, probablemente sí, pero esa experiencia es una buena terapia para muchos, para reencontrarnos con lo que fuimos y dejamos de ser. Para parar esta carrera loca hacia ninguna parte. Para ser más puros y centrados en lo que podríamos haber sido y jamás fuimos. Siempre hay tiempo para recordar y re-vivir, a algún muerto-zombi que todavía no se ha enterado que lo está. Que ve en los demás cicatrices en el rostro y mugre en las ropas, andares cansinos sin ton ni son. Vaivenes desacompasados y algún comentario fuera de tiesto. Ese que mira todo esto que digo, y que descolgó y rompió los espejos de su casa, cuando miró y no le gustó el propio reflejo. Ese puede ser hoy en día, cualquiera, si lo reconoces ni lo dudes, recomiéndale la página de Alberto y la taska el Repés. Felices recuerdos.

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