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Por Vicent Albaro
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Como decíamos ayer… al salir de la UCI

    Como decíamos ayer…con esta histórica frase de Fray Luis de León, quiero recomenzar mi colaboración en esta casa, tras varios meses de lejanía que no de olvido, por una grave enfermedad que me dejó postrado en una cama varias semanas, en el box nº 4 de la UCI del hospital la Plana. Uno, que no había estado enfermo nunca, al menos de cosas serias, jamás podía pensar el angustioso calvario que esto representa. No solo para el enfermo, en este caso un servidor, sino para la familia y allegados. Uno, que siempre se había quitado de en medio la gripe invernal, con relativa facilidad…en este caso, y por poco, ha sido la gripe agravada con neumonía, la que me quita de en medio a mi.

    No voy a detallar el doloroso proceso de estancia en una UCI, quien lo ha probado sabrá de lo que hablo, solo decir que han sido los treinta días más duros y amargos de mi vida. En coma inducido, sedado, entubado por todas partes, respiración asistida, radiografías, electros, ecografías, inyecciones, extracción de sangre, analíticas constantes, etc. y un solo objetivo: respirar para vivir y vivir para respirar. Volver a empezar, ganarle la partida a la parca.

    Dentro de la UCI, soledad, quimeras, sueños oníricos, luces tenues, voces reconocibles amigas de ahora y de antes, repaso mental a proyectos realizados, los de éxito y los del fracaso; rostros desfigurados casi vaporosos de amigos y de enemigos, viajes, abstracción, ansiedades, escapismo, secuestro, agonía, oraciones, luz brillante y focal, expectante, ansioso, tinieblas de purgatorio, lucha, fogonazos luciferinos, sonido de metal entrechocado, sacramento, cálida mano de hábito oscuro y… silencios, largos e infinitos silencios. Y sed, mucha sed. Fuentes cristalinas de mis campos amados, os requiero con ansia para sorber, vuestra plateada liquidez en un imposible riego de labios ardientes, apagados con el riego fresco de esos manantiales salutíferos. Mi voz se apaga, y es que no la tengo, me la ha robado la ruidosa máquina que respira por mí, y me chupa la vitalidad a golpe de cada inspiración de un aire imposible. Aigua, Sinyó, aigua!!!

    Afuera de la UCI, congoja, inquietud, llanto, desamparo, tensión, desconcierto, rezos y plegarias. Nervios, madrugones, velas, sueño, esperas, súplicas, angustia, preguntas sin respuesta, diagnóstico difuso, noticias esperanzadas que no se dan, que llegarían tras muchos días de dolorosa espera e insufrible desasosiego. Casi siempre, se piensa en el enfermo en estos dolorosos trances, cuanto más sufren los familiares y quienes, con generosidad de alma, aprecian al convaleciente.

    Mientras todo esto acontecía, en el pueblo, mi pueblo, el que llevo grabado a fuego en mi ADN, el que me hace escribir aquí tantas cosas y además, esto, ahora; el que me ha quitado el sueño miles de veces, el que me ha dado días de rosas y de punzantes espinas…seguía en la distancia mi periplo vivencial, mi lucha por la vida en aquel oscuro y extraño abismo. Un tipo popular, que ha desgastado toda su vida, por los vericuetos culturales, costumbristas y tradicionales de su pueblo. Con errores y aciertos. Con partidarios y detractores. Con amigos sufridos y venerables, y enemigos irreconciliables. Que se metió en política, como concejal delegado, para hacer las cosas que desde fuera no podía hacer,-pensaba- ; y que al año, ya le había presentado su dimisión –la primera-, al alcalde de turno, y que no aceptó. Pues bien, la consternación por mi estado, me la suministraban como el goteo medicinal, a cuentagotas. Y yo pensaba para mis adentros que, un tipo que sube a pie al Peñagolosa, que se atiborra de km. por la ruta de las ermitas andando, que ha sido jugador de balonmano, buceador, trialero, caballero medieval armado con hierros y no sé cuantas cosas más, que goza de un aspecto rollizo y no se le conocen otras enfermedades, ¿Cómo puede estar un tipo así, festejando con la muerte?

    Pues así es y así ha sido. Mientras acontecían todos estos hechos, rayanos a la esfera privada, colgaba en este sitio, la que podía haber sido mi última crónica: “Pongamos que hablo de un castillo y una ermita”. Y pasaron sin mí los medievales con más recreacionistas que nunca; pasó el puente de la Purísima, santa Lucía, el sorteo del gordo, l’Albá que había escrito con tanto fervor, y el cuadro cerámico recordatorio -que quedó sin recoger- de manos de mi alcaldesa, con la foto de rigor, a los pies del altar de la Asunción. No hubo cena de nochebuena, ni despedida de año, ni reyes, ni recua por san Antonio, ni…puede que ya no haya muchas cosas como antes, porque ya es hora de hablar de un: “antes”, y del “ahora”. He vuelto como el que viene de una guerra, destartalado física y anímicamente. Tardaré en recuperar mi vitalidad anterior, si es que lo logro algún día. El tratamiento de choque ha sido tan fuerte, que le ha dado una soberana paliza a otros órganos, que ahora hay que reparar en el taller hospitalario.

    No volveré a hablar más de este tema. Y no lo hago ahora por vanidad o frivolidad, lo hago porque tengo que agradecer mucho a mucha gente. A los médicos y enfermeros/as del la UCI del Hospital la Plana, mis ángeles de la guarda, a quienes les hice sufrir lo indecible. A mi familia, por la valentía y entereza al pasar este amargo trago, en especial a Fina, mi mujer. A mis amigos que se han desvivido y angustiado por mi estado. A otros “muchos” que han rezado por que el Dios misericordioso y bueno, me diera una segunda oportunidad, como así ha sido. Y a todos cuantos les he importado un poquito, y han pensado en mi. A todos, gracias de todo corazón. Será imposible no estar marcado por este suceso en el futuro, ahora estoy convaleciente y en ese proceso de “cambio y asimilación”. Achacoso, pero lúcido para enhebrar frases y contar historias. De todo este proceso tan largo y penoso, me quedo con una frase del enfermero Manuel, el día veintiséis con sus noches, de mi estancia en la UCI, cuando era totalmente consciente de la gravedad de mi estado, y mi corazón se puso a cien, me dijo con voz susurrante: “Vicente, estate tranquilo, no te inquietes, tu único fin es…respirar para vivir, y vivir para respirar, no hay nada más importante en este mundo, nada más que eso”.

    Y he seguido a pies juntillas este sabio consejo: “respirar para vivir y vivir para respirar”, bueno, os lo confieso, he estado en el “ullal” de san Vicente rememorando viejos tiempos; y en su fuente, de la que sale un hilillo de agua fresca y cristalina, desafiando esta terrible sequía, bebí el sorbo más ansiado y refrescante de toda mi vida. Aigua i salut, Sinyó.

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    comentarios 2 comentarios
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    07/03/2014 07:03
    No ho sabia

    Al no estar en el poble i bastant lluny i no veure-ho en el Facebook, na sabia que havies estat tan greu. Ara paciència i bons aliments. Cuida't el que pugues i el que ho faran els teus més propers. Pau i salut.

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