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Por Vicent Albaro
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Cecilias pintoras y el Ecce Homo

    Culebrón del verano a falta de noticias refrescantes y sabrosas, fuera del lacerante machaqueo de la economía y sucesos dignos del extinto periódico El Caso, los niños de Córdoba en directo por Telecirco; un etarra enfermo que pide una compasión que él no tuvo, y el fuego que no se apaga y se renueva por los montes. Así que Cecilia, la pintora espontánea de Borja (Zaragoza), se ha llevado la palma de los noticieros del verano. Se ha hecho archifamosa y su Ecce Homo ha recorrido el mundo mundial. Y este sainete, entre artístico y cochambroso, es un fiel reflejo de nuestra sociedad actual que mal que nos pese, esta infiltrado hasta el tuétano del ser hispano.

    Creo que en nuestro ADN llevamos grabado, el sello de catedrático nada más nacer. Y la mejor cátedra son los bares, esos lugares donde se pone a caldo a todo dios, se despelleja viva a la víctima de turno y se ponderan las virtudes propias, dando lecciones magistrales de lo que sea. Y es que aquí, todos sabemos de todo, y quien más grita más razón tiene. Existe un manido dicho callejero, ese que afirma: “ Que donde hay uno, hay otro”, pues claro que sí, faltaría más. Donde estuvo el pintor del Ecce Homo original, estuvo Cecilia la repintora. Y lo que no consiguió el buen oficio del maestro, resultó un éxito el disparate de la feligresa restauradora. Y tan contentos. Y se están pensando en no tocarlo, pues el chollo del turismo para la fotito está garantizado.

    Esa es la instantánea de la España de hoy, la caricatura. Caricatura que oculta el transfondo formal de las cosas bien hechas, del trabajo riguroso y callado, sacrificado, profesional y selecto, cuyo mérito es la excelencia. ¿Y eso que es?. Trepas y espontáneos sin luces ni preparación en puestos de relieve, capaces de las mayores chapuzas y charlotadas, en cualquiera de los gremios públicos y sociales. Es el lema imperante de donde hay uno, hay otro. Claro que si, y el populacho aplaude y se retuerce en la viscosa acidez de la tomatina pringosa, como hombrada genial del esperpento, elevado al súmmum de la aceptación pública. Y todos tan contentos.

    Cecilia la pintora, ha hecho un gran trabajo. Ha puesto en el mapa a su pueblo. Un careto desfigurado del Cristo doliente, transformado en los chistes del verano y la carcajada fácil, que es lo que se lleva, que es lo que mola. La chirigota y lo ramplón a pie de calle, que en las fiestas se prodiga aún más, por que el personal anda por la calle, de bar en bar y de birra en birra. Ávido de jugosas noticias para crucificar a cualquier Ecce Homo humano, caído últimamente en desgracia, en el altar propiciatorio de las tediosas tardes de carafal. Esas en las que el toro no aparece, y ya lejanos los tiempos de embadurnarse de harina (no se explotó cuando se pudo, como la tomatina de Buñol), hay que cascar y pelar a quien se tercie. En las fiestas hay bula para todo. Para eso y más, porque no existe la frontera ni la retranca interior de saber dónde está el límite.

    ¿Dónde está la frontera del respeto a la gente que descansa en su casa, ajena a la moda de cambiar la noche por el día?. Es que en fiestas toca aguantarse. Aguantar las meadas en el portal de tu casa, la basura, las vomiteras y escupitajos, los botellones incontrolados. Los chumba-chumba de coches discoteca móviles, con sus sacerdotisas doctoradas en verborrea soez de pésimo gusto, alejados de actos del programa oficial. Conciertos máquina ”solidarios” de mamandurria personal. Es que el eslogan impera en el subconsciente, son fiestas y aquí no duerme ni el ecce homo. Ese mamón nocturno de botellón de supermercado, se levantará después a las seis de la tarde para acudir a la peña y vuelta a empezar. Los insomnes ojerosos cuidarán enfermos, niños, ancianos, irán a la compra, barrerán, lavarán ropa y prepararán comidas caseras. El colmo es como a alguien le toque trabajar en esos días, suicídate chaval. Lo tuyo no tiene remedio, salvo que emigres al maset o te insonorices a modo de bunquer, tu fustigada casa. Y ni se te ocurra protestar que te estigmatiza la peña. Así que toca joderse que son fiestas, y hay bula general.

    Y mientras las fiestas pasan, y los garitos desmochan eccehomos ojerosos (también durante el resto del año), otras “Cecilias” pintoras, se cuelan por todas las rendijas, repintando con gracejo caretos deformes de impacto mediático. Y como mola el Viva la Caricatura, lo más seguro es, que los lumbreras de turno los dejen tal cual, que así está garantizada la fotito y el descojone turístico. Mientras tanto, los “auténticos pintores”, andan mudos, tocándose la entrepierna, o perdidos y desaparecidos. Si es que alguna vez, verdaderamente estuvieron y esto, no es más que una terrible pesadilla a la espera del mañanero despertar.

    Y al final de tanto abuso y desmadre, cantar a coro aquella memorable canción de Serrat: “Y con la resaca a cuestas, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas, la pobre vuelve al portal, la rica vuelve al rosal y el avaro a sus divisas…¿Y por unos días se olvidó que cada uno es cada cual?.”

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    comentario 1 comentario
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    05/09/2012 12:09
    De Benafigos a Xodos...

    L'ADN que tu parles no és exclusivament d'Ibèria, és "Urbi et Orbe". Totalment d'acord amb els sorolls, pixarrades, vomiteres, nit pel dia. No has esmentat els cohetets a quasi tothora dels xiquets menors de 10 anys, comprats pels pares o avis. Nosa per als veïns i perill per als infants. I alguns "garitos" que no deuen de tenir la Cèdula d'habitabilitat per al fi d'aquesta nova activitat social. A mi, als meus anys, m'agradaria que cada any, els bous i el que es puga, fora itinirant. El "bo" i el "dolent" per a tots.

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