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Valencià
Por Vicente Piqueres Monzonis
El Caballero del Komián - RSS

Gritos de Silencio (Parte primera)

    Da pena ver la puerta
    de un templo con mendigos,
    que sean los testigos
    de tanta vanidad;
    ver que las gentes pasan
    con cruel indiferencia,
    negándoles clemencia
    y un poco de bondad.

    Tal vez en la mirada
    de un pobre pedigüeño,
    hallemos nuestro empeño
    de gloria y de poder;
    pues si a quien menos tiene
    la vida vapulea,
    al que ambicioso sea
    le hace estremecer.

    Apelo a la conciencia
    de quien se crea santo,
    y ve que no lo es tanto
    cuando, con impiedad,
    sus bienes no comparte
    mostrándose mezquino
    con quienes el destino
    les trata con crueldad.

    Qué imbécil es el hombre
    arrogante y cretino
    que trata a su vecino
    con orgullo y desdén;
    y mira con desprecio
    a cualquier mendicante,
    sin pensar un instante
    cuán grato es hacer bien.

    Repele un poderoso
    si al pobre desdichado
    lo tiene acobardado,
    sin consideración,
    cuando se hace el valiente,
    o lo tira por tierra...
    aquel hijo de perra
    que no tiene perdón.

    Son brutos quienes creen
    que saben más que todos,
    y no conocen modos
    de tener humildad,
    porque es más importante
    mostrarse fanfarrones,
    altivos y burlones
    con poca caridad.

    Muy rudos son los hombres
    si creen que el destino
    es un juego mezquino
    o una cuestión de azar;
    que lo más importante
    es tener buena suerte,
    y olvidan que la muerte
    también ha de llegar.

    Quisiera yo que un trueno
    con furia ensordeciera
    a quien solo quisiera
    a necios escuchar;
    y que a los vividores
    barriera de este mundo
    en menos de un segundo
    haciéndoles callar.

    Me sabe todo a cieno
    porque estoy convencido
    que mucho está podrido
    sin tener solución;
    que por cochina envidia
    se enfrenten las naciones
    sin que existan razones
    para tanta ambición.

    Me siento avergonzado,
    humillado y vencido,
    por haber conocido
    un mundo de ficción,
    donde con apariencias
    se encubren falsedades,
    calumnias y maldades,
    y sólo importa el “Don”.

    Quisiera adivinar
    qué piensan los ancianos,
    con temblorosas manos
    y mirada sin fin.
    Parecen conformarse
    buscando en el pasado
    un consuelo no hallado
    dentro de su confín.

    Dichoso aquél que vive
    sin prisas ni derroches
    y alúmbrase en las noches
    con un viejo candil;
    y libre como el viento
    sin traumas ni presiones,
    no tiene obligaciones.
    ¡Sí paz en su redil!

    Funesta realidad
    el ver cuánto misterio
    encierra un cementerio,
    al poder contemplar
    tiradas por el suelo
    cruces abandonadas
    de tumbas ya olvidadas
    do nadie va a llorar.

    No temas a la muerte
    porque esta triste vida
    nos tiene el alma herida
    y existe gran dolor,
    por falsas apariencias,
    por odios, por rencores,
    por muchos sinsabores,
    sin paz y sin amor.

    El día que los hombres
    sean más bondadosos
    y a la vez juiciosos,
    como debieran ser,
    sabremos que la ciencia
    con todo su adelanto,
    no es como el encanto
    que nace de un querer.

    Fin de la PRIMERA PARTE dedicada a ciertos principios fundamentales de toda sociedad que se precie de estar civilizada.

    Continua en una SEGUNDA PARTE que se dedica al absurdo comportamiento de dicha sociedad.

    Poema inspirado, en cuanto a su esquema, rima, y métrica, en el atribuido a José de Espronceda titulado LA DESESPERACIÓN)

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