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Los clubes de caza de la Federación Valenciana limpiaron más de 485 hectáreas de monte en 2014

    La limpieza de los montes, la siembra y la recuperación de cultivos abandonados son las principales acciones que pueden contribuir a evitar la propagación de incendios y el efecto torrencial de las riadas que supone un terreno quemado. En entornos rurales, donde los montes no constituyen una fuente de ingresos, los clubes de caza son una fuente de ayuda muy importante para preservar el entorno.

    Los informes han sido elaborados por el gabinete técnico de la Federación de Caza de la Comunidad Valenciana respecto a las actuaciones de conservación del ecosistema valenciano. Muestran los datos de 205 clubes gestionados directamente por el departamento, el 36% de todos los clubes federados, entre marzo de 2014 y marzo de 2015.

    En la provincia de Valencia, el departamento técnico asesoró y realizó las memorias de 120 clubes de los 228 federados. Estos efectuaron tareas de desbroce en 280 hectáreas de monte y recuperaron otras 305 hectáreas de cultivos destinadas a fauna silvestre. En la provincia de Alicante, 85 clubes gestionados de los 168 federados limpiaron 205 hectáreas de monte y recuperaron otras 530 hectáreas de cultivos para la fauna silvestre.

    A lo largo del año, los clubes que cuentan con permisos y tienen medios realizan acciones de selvicultura preventiva en sus cotos, reduciendo la cantidad de vegetación que arde fácilmente. Por otra parte, la siembra realiza una doble labor para alimentar a las especies autóctonas y, en muchas ocasiones, actúan como cortafuegos. El pasado año se sembraron 10.830 hectáreas de monte, 1.300 en Valencia y 9.530 en Alicante.

    Los cazadores construyeron también 1.103 bebederos (620 en Valencia y 483 en Alicante) y 275 balsas de agua, con las que se riega el monte y se provee bebida a los animales, de las cuales 140 se construyeron en la provincia de Valencia y otras 135 en la de Alicante. Además repartieron 405.000 kilos de comida a las especies de fauna (118.000 en Valencia y 287.000 en Alicante) y construyeron 1.190 comederos, situados en zonas estratégicas previamente evaluadas, 570 en Valencia y 620 en Alicante.

    La recuperación de parcelas, de las que sus dueños no pueden hacerse cargo, es otra de las prácticas habituales entre los clubes. Tras un incendio, las medidas urgentes de los cazadores son

    ofrecer nueva guarida, alimento y bebida a los animales desplazados y, posteriormente, realizar un control de la población de predadores para mantener el equilibrio de especies.

    Efectos del incendio de Andilla

    En la provincia de Valencia todavía está reciente en la memoria el incendio que asoló Andilla, que se produjo casi simultáneamente al de Cortes de Pallás. Entre los dos quemaron casi 50.000 hectáreas. En el coto gestionado por el Club de Cazadores de Andilla, el fuego arrasó 7.800 hectáreas de las 15.000 totales que tiene. El terreno calcinado es equivalente a todo el término municipal de Bétera. El Club ha decidido cerrar el área afectada a la caza tres años, un año más de lo que marca la ley. Los socios invierten cada año21.000 euros en sembrar alrededor de 3.600 kilos de trigo y llenar puntos de agua.

    José Moreno, presidente del club en el momento del incendio, destaca como en la zona “no hay economía de agricultura y lo poco que se cultiva lo hacemos nosotros, la Sociedad de Cazadores, y veías cómo el incendio pasaba por los bordes de los campos sembrados y hacía de barrera de cortafuegos. Cuanto más campos cultivados hubiéramos tenido, más barreras para frenarlo antes”.

    A pesar del daño sufrido han sabido sacar el lado positivo, enseñando a los niños de la comarca el valor de mantener el monte a través de excursiones didácticas y acercándoles a especies autóctonas como la perdiz, a las que los niños ayudan a alimentar en las salidas.

    Además, el club se ha preocupado de mantener accesos y caminos en la medida de sus posibilidades. Por todo ello, es normal que en su término se encuentren especies como los corzos, que llegan desde la serranía de Cuenca buscando alimento, o águilas.

    En Alcublas, otro de los municipios afectados por ese incendio, se echó a perder el 80% del coto: pinos, carrascas y aliagas de un monte maduro que tardará décadas en crecer. El presidente del Club de Cazadores, Héctor Cabanes, explica que el 20% que no se calcinó fue el que había limpiado el Ayuntamiento. La inversión para recuperar los materiales destruidos –bebederos, comederos, refugios de animales, vallas y señalética- ha sido de entre 10.000 a 15.000€, el equivalente a un año de sus cuotas aunque el fuego también ha sido la causa de la pérdida del 30% de sus socios. De 140 asociados en el momento del incendio ahora permanecen inscritos poco más de un centenar.

    Con una extensión de 23.000 hectáreas y 800 socios, el coto mantenido por el club de caza La Concordia de Lliria es el más grande de la Comunidad Valenciana. Desde el incendio, se ha cerrado la parte devorada por las llamas a la caza y se prevé reanudar la actividad cinegética a partir de 2016. Las actuaciones de mantenimiento tanto en la zona sin quemar como en la quemada es diaria. Cuentan con un trabajador y un tractor y tienen distribuidos por el monte un centenar de balsas, 700 bebederos y aljibes para recoger agua de lluvia. A ellos el incendio les ha supuesto pérdidas de unos 12.000 euros.

    Efectos del incendio de Valld’Ebo (mayo de 2015)

    El incendio de la Vall d’Ebo, que aconteció hace dos meses afectó a los clubes de caza de cinco términos municipales: Vall d’Ebo, Pego, Vall de Gallinera, Adsubia y Orba.

    Pablo Masanet, presidente del Club de Cazadores de La Vall d’Ebo explica que al ser un club pequeño, de 37 socios, y no ser los propietarios no pueden realizar todas las labores de conservación que quisieran, porque consideran prioritario mantener el entorno limpio para no alimentar el fuego y preservar las especies herbívoras. “Hay zonas que son de arruí, que son las cabras, y limpian el monte; aunque no lo parezca lo limpian mucho, pero en la zona quemada no había arruí”.

    El terreno afectado, en su caso, fue un tercio, en torno a 1.000 hectáreas. La zona destruida por el fuego es donde menos especies de caza había por lo que no está afectando a su actividad cinegética de manera significativa. En cualquier caso, han tenido que habilitar una nueva zona para adiestrar a los perros y los daños han sido de entre 2.500 y 3.000€ en placas de señalización, comederos y bebederos.

    El incendio originado en Vall D’Ebo se dirigió hacia Pego, cuyo término municipal está acotado en un 90% según explica el presidente del Club de Cazadores, José María Pascual. Allí se quemaron tres cuartas partes de la montaña. Las únicas zonas no devastadas fueron aquellas donde se habían realizado labores de mantenimiento y una zona de la montaña más alejada.

    Una de las principales prioridades del club se centra ahora en realizar un proyecto técnico para repoblar la zona para mantener la biodiversidad y el equilibrio de la cadena trófica. Pascual considera que para paliar lo máximo posible los efectos del fuego resultaría vital la concesión de subvenciones para realizar más labores de limpieza del monte, acondicionar caminos abandonados y sembrar terrenos, así como la quema controlada y planificada de maleza.

    “Habría que recuperar las tierras montañosas que no dan ningún rendimiento y que por eso se abandonan. Deberían conceder unas pequeñas subvenciones para trabajar. Las tierras que hemos trabajado, esas no se han quemado pero hay muchas más partidas y se deberían hacer caminos para que entraran las máquinas y poder cultivar y mantenerlo limpio. Además, de los incendios controlados: Un día una zona, mañana otra zona… No pasaría lo que ha pasado, que se ha incendiado todo.”

    El Club de Pego, concretamente, mantiene acuerdos privados para mantener las fincas de naranjos de las que sus usuarios no pueden hacerse cargo y que de otra manera estarían abandonadas. Contribuyen así a preservar uno de los paisajes más bellos de la Comunidad Valenciana.

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