Vecinos de la avenida Pere IV y calles adyacentes piden más vigilancia para evitar el trapicheo de droga

Los vecinos de la avenida Pere IV y calles adyacentes vuelven a solicitar al equipo de Gobierno que la policía extreme la vigilancia en el barrio y en especial en los bares frecuentados por magrebis, ya que aseguran que se trafica con droga, incluso en plena calle.

El pasado jueves por la mañana un grupo de vecinos se reunieron con el alcalde, José Ramón Calpe, y el Intendente Principal de la Policía, Francisco Javier Catalán. Los residentes se ofrecieron para que se instalen cámaras de seguridad en sus viviendas a fin de controlar cualquier actividad delictiva. No sería la primera vez que el Ayuntamiento emplea este sistema, puesto que ya lo hizo en la avenida del Mediterráneo, donde se vigiló con este método a un grupo de jóvenes que se dedicaba al menudeo de estupefacientes. Los vecinos lograron el compromiso del primer edil de intensificar la vigilancia en determinadas franjas horarias para evitar la comisión de delitos.

Esta no es la primera ocasión en la que un grupo de vecinos de esta zona se dirige al Ayuntamiento para pedir más vigilancia. La primera vez lo hicieron en marzo de 2003. En aquella ocasión Alfonso Ferrada recibió a un grupo de cuarenta vecinos que le trasladaron su preocupación por los problemas que para ellos estaban originando los magrebís que se concentraban entorno a dos bares regentados por empresarios de la misma nacionalidad. Los vecinos expresaron asimismo su preocupación por la presencia de carnicerías y locutorios que no contaban con licencia de actividad, algo de lo que también se lamentan actualmente.

Entonces ya se quejaron, y han reiterado ahora, que los magrebís actúan como si el barrio fuera su feudo, invadiendo las aceras, sin dejar pasar libremente a la gente, “mostrando desprecio si se les pides paso, y más aún si se trata de mujeres”, explicaban, viéndose obligadas a bajar de la calzada, incluso llevando carros con niños. También escupen, orinan o juegan al fútbol en plena vía pública, denuncian. Muchas mujeres del barrio, señalan, se sienten incomodas porque sufren insinuaciones y desconsideraciones, hasta el punto de que tienen que dar rodeos para evitar pasar por el lugar en el que se concentran, entorno a los bares. Hay muchos vecinos que ya se han marchado del barrio, explican, y se han ido a vivir al mar, a segundas residencias, o a otras zonas de la ciudad. Algunos comercios, como una cristalería, se trasladó, y una carnicería cerró porque la clientela no acudía, debido a estas concentraciones.

La reacción del Ayuntamiento, tras aquella primera reunión de 2003, fue que por orden del alcalde se puso durante más de un año seguido un Policía Local, las 24 horas del día, en el cruce entre la avenida Pere IV y la calle Santa Cristina. En esta ocasión los vecinos estiman que no es necesario, pero sí piden que se realice una vigilancia sistemática, con patrullas y cámaras, y registros por el contrabando de droga, tanto por parte de la Policía Local como la Guardia Civil.