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¡Ahí queda eso! Burriana, París y Londres en 24 horas

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    Se consumó el reto de la falla del Club Ortega. Burriana, París y Londres en 24 horas; y eso a pesar del contratiempo que supuso las dos horas y media de retraso a consecuencia de un fallo técnico en la aeronave que debía transportarnos a París, lo que motivo que el viaje se viera seriamente afectado en su parte oficial, ya que no pudieron celebrarse las recepciones en el Ayuntamiento de París y la Embajada Española en Londres. Pero tal circunstancia, lejos de suponer el desencanto, no mermó la ilusión y alegría de los participantes en el viaje, que alcanzaba su colofón con un brindis en el restaurante Dickens Inn de Londres en el que el Presidente de Honor, Manuel Amiguet Boix, expresó su orgullo y satisfacción, en una jornada, que si bien fue agotadora –lo de ser fanfarrón requiere de un esfuerzo notable – estuvo llena de felicidad y satisfacción compartida por lograr lo que sin duda quedará en los anales de las fallas de Burriana como una bonita gesta.

    Hay que hacer varias menciones especiales tras este viaje. La primera la del Presidente de Honor, Manuel Amiguet, que a sus ochenta y ocho años, en plena forma,  no quiso perderse detalle de este viaje, acompañado de su hija. Otra mención es para las falleras mayores del Club Ortega, Ana Bodí Tortosa y Miranda Bodí Torralba, y las falleras María Felguera, Patricia Gurrea, Gema Gil, Esther Ponz, Paula López, Nuria Crouseilles y Amparo Broch; ellas, junto a los speakers oficiales, Sara Bodí y Hugo Moliner, fueron las encargadas de animar todo el viaje con sus cánticos. Tras la jornada, dudo que haya nadie que no sepa la letra del himno del Club Ortega: Nenya al bombo! Club Ortega! Burriana, París i Londres, en la falla no hi ha tongo i només en vi t’esfondres… Per això no ens sap cap mal, que en diguen fanfarrons, falte o sobre el vil metall, el que sobren són… “collons”. También hay que destacar a la fallera Infantil, Marta Bodí Tortosa, de tan sólo seis años, que aguantó el viaje como una jabata, aunque de regreso, ya en el aeropuerto de Luton, la llevaban literalmente reventada en una silla de ruedas.

    La pareja indultada del viaje, por su atuendo y desenfado – llevaban unas corbatas de lo más apropiadas  –, fue la formada por nuestro compañero Joan Ninot “El Xufa” y el fallero de Chicharro, José Antonio Cabedo. El Xufa a las 10:30 de la mañana ya estaba dedicándole una canción de Serrat a una bella azafata; tan halagada quedó la joven que fue el único, junto con Cabedo y el que suscribe, que disfrutamos de bebidas espirituosas durante el viaje.

    Cabe hacer otras dos menciones destacadas: una para el empresario burrianense, residente en París, Pepe Guinot Tejedo “el pollastre francés”, que nos recibió en París, y que estuvo esperando hasta el último momento para ver si la expedición llegaba a hora de la recepción prevista en el Ayuntamiento de París con la primer teniente de alcalde, Anne Hidalgo, de ascendencia española. Y por último para el Presidente de la Falla, Miguel Ángel Bodí, que supo transmitir optimismo para ir digiriendo los contratiempos que se fueron produciendo, con varios cambios en el programa, a consecuencia de la avería inicial del avión y los slots aeroportuarios. Si alguna ventaja comportó el cambio de aeronave fue que el avión de reserva fue un boing 737 de 149 plazas, lo cual facilitó un mayor confort para los 106 pasajeros.

    Al final, el objetivo se cumplió. Las fotos de grupo frente al campanar de Burriana, la Torre Eifell y el Big Ben se registraron todas ellas un mismo día: el 5 de abril de 2008 a las 4:25, las 16:37 y las 22:18, respectivamente. ¡Ahí queda eso!

    Crónica de un viaje
    Nos damos todos cita a las 3:45 de la mañana en la falla del Club Ortega para desayunar. El tentempié que nos ha preparado Pedro el del Fallero es de lo más suculento y nos aprestamos a coger fuerzas. La cara de alegría de los que van apareciendo denota que hay muchas ganas para afrontar el viaje.

    Los tres responsables de la agencia encargada de organizar el viaje nos comunican que vamos a salir con dos horas de retraso porque han tenido que cambiar el avión, a causa de una avería, y han cambiado los slots – horarios de llegada y salida – en los aeropuertos. Nadie se achica: ¡Lo conseguiremos!

    A las 4:20 de la mañana Juan Capdevila “El Bombero” enciende la primera, de las únicas dos tracas del viaje. Se organiza por parte de los fotógrafos la primera foto oficial, con el campanar al fondo, y se escucha también por primera vez el himno de la falla, gracias a un sistema tan simple como sofisticado: un megáfono y un teléfono móvil con mp3 para reproducir las melodías.

    La primera foto oficial demuestra que por cámaras de video y fotos no va a ser. Se han dado cita varios medios escritos y digitales, una radio, dos televisiones comarcales y Canal 9.

    Algunos falleros, que tras la reunión de los viernes de sus respectivas fallas, todavía no se han acostado, vienen a despedirnos; es el caso de Pepe Esteban, Pepe Monserrat y Jovi Baldoví, con los que estaba José Antonio Cabedo – que viene al viaje – y que ha decidido que no vale la pena acostarse.

    El autobús parte a las cinco en punto de la mañana hacia Valencia. Aquello se parece a los seguidores de un equipo de fútbol que se van a la final de la Champions. Durante el desayuno, en el Club Ortega, nos han repartido unos sombreros de paja con una cinta negra en la que se lee “Burriana, París y Londres. El viatge. 5 d’abril de 2008”. Estos sombreros resultarán luego esenciales para no perdernos, sobre todo en el barrio francés de Montmartre, que estaba lleno de gente.

    Del Ayuntamiento, además de la concejala Mariola Aguilera, llevamos una delegación oficial formada por las reinas falleras Beatriz González y María Franch, el Presidente de la Junta Local Fallera, Francisco Isach, su vicepresidente Francisco Javier Navarro, y la concejala de turismo, Gloria Fandos. Llevan varias cajas de naranjas, así como libros y regalos promocionales para las recepciones oficiales. Al llegar al aeropuerto, y constatar que las naranjas no pueden embarcarlas, inician un reparto entre la gente.

    Pasamos el primer control de seguridad exhaustivo en el aeropuerto de Manises. Todo fuera: relojes, cinturones, chaquetas, calzado – los que llevaban botas –, sombreros, elementos de metal… La gente nos mira los sombreros y esboza una sonrisa.

    Nos situamos en el momento de despegar a las 9:30 de la mañana, con un retraso considerable, que nos va a hacer ir agua al cuello durante toda la jornada. Los reposacabezas están personalizados con el lema del viaje. Por los altavoces del avión se escucha a una azafata que nos da la bienvenida a la nave en nombre de la falla del Club Ortega y en especial a las autoridades. Aquello ya va en serio, y las falleras entonan: ¡ Sí, si, si, nos vamos a París!

    Nuestro querido Xufa ya conoce a todas las azafatas por su nombre: ¿Cómo te llaman?. Carmina. ¿Eres venezolana?. No argentina. Uy! Me sé una canción con tu nombre. Y el Xufa se pone a cantar una canción de Serrat a la que le cambia el nombre, según sea la protagonista, que como no, embelesa a nuestra joven azafata. Allá viene la segunda. ¿Cómo te llamas?. Verónica. Que nombre tan bonito. Me lo puso mi padre porque era banderillero. Oye cariño, le dice el Xufa, ¿no nos sacaras unos vasitos con hielo? y al instante, medio a escondidas, la azafata nos trae tres vasos con hielo con los que servirnos un güisqui de buena mañana.

    El piloto toma una ruta poco habitual, ya que en vez de meterse hacia el interior, como ocurre en la mayoría de los casos, recorre el litoral para que podamos ver Burriana desde el aire, lo cual sucede cuando apenas han pasado diez minutos desde que hemos despegado. Muchos se afanan a fotografiar nuestra ciudad desde el aire.

    El Xufa y Cabedo ya son un acontecimiento para los reporteros, y todos los que llevan cámaras se acercan para fotografiarles sus corbatas con los cerdos y las torres de Burriana, París y Londres. Tras el despegue, los de Canal 9 se ponen a hacer entrevistas en el avión.

    La aeronave aterriza y estallan los aplausos. Salimos de la terminal y nos espera un joven que lleva un cartel que pone “El grupo de Juan”. Es el nuestro. El Xufa le dice: ¿qué es eso de Juan? El grupo de Burriana, París y Londres.

    Nos trasladamos a toda prisa hasta el Hôtel de Ville, que es como se conoce al Ayuntamiento de París, tras pasar con el autobús por varios sitios emblemáticos. Vemos Notre Dame, lo cual nos indica que ya estamos cerca del Ayuntamiento. Llegamos a las 13 horas, y nada más bajar nos recibe el empresario burrianense, residente en París, Pepe Guinot. Nos informa de que la primer teniente de Alcalde nos ha estado esperando desde las 10:30, hora prevista para la recepción, hasta las 12:30, pero ya no podía esperarnos más.

    Nos hacemos varias fotos de grupo frente al Ayuntamiento de París. Allí, en una esquina de la plaza, hay una pequeña placa en la que se reconoce el papel de los republicanos españoles que participaron en la liberación de parís, como el burrianense, Amado Granell. Algunas falleras aprovechan para subir a un tiovivo que hay en la plaza. Otros se acercan a un coche promocional para conseguir un bote de Red Bull

    Los del Canal 9 se aprestan a entrevistar a Pepe Guinot, al que saludan efusivamente todos los de la falla, en especial su amigo, Manolo Amiguet. Quina emoció ha sentit al veure els seus amics i veïns?, le pregunta la periodista de Canal 9: Emoció?. Jo el que tinc és fam, que s'ha fet molt tard, responde Guinot. Mira xiqueta, añade, els nostres agüelos anaven a afaitar-se i a tallar-se el monyo a València, i jo, que estic ací des de 1970, te puc dir que sóc el primer burrianero que viu a París i va a tallar-se el monyo a Burriana. Te ho puc assegurar que és cert. ¡Mone a dinar!.

    Nos dirigimos al barrio de Montmartre, donde esta el restaurante. Está lleno de mercadillos y tiendas de gangas. El barrio está muy concurrido. Bajamos del autobús y pronto vemos sobre la colina del Sagrado Corazón la Basílica del Sacré Coeur. El restaurante esta arriba, y hay que subir 237 escalones. La recompensa es que desde allí divisamos la Torre Eiffel, uno de nuestros objetivos del viaje. Tras el esfuerzo, algunos preguntan por Manolo Amiguet. Pepe Guinot, sabedor de que hay que subir las famosas escaleras, ya le había invitado a trasladarse con él en su coche desde el Ayuntamiento.

    Llegamos al restaurante de La Bonne Franquette. Resulta un lugar acogedor, en el que han dispuesto largas mesas. Nos sirven una ensalada condimentada con quesos azules. De segundo plato un muslo de pato, muy del agrado de los comensales, y de postre tarta de nata y fresa. Cuando esperamos poder disfrutar de una pequeña sobremesa, el guía nos azuza para que nos levantemos de la mesa porque llevamos el tiempo muy justo.

    Salimos del restaurante. Está lloviendo. Algunos se acercan a las numerosas creperías que hay en el barrio para pedirse una crepe de chocolate. El guía sentencia: o la crepe o la Torre Eiffel. Bajamos la colina lo más rápidamente posible. Esta lleno de gente. Los sombreros nos sirven para no perdernos. Aún así, hay alguno que se despista.

    Logramos completar los dos autobuses y nos dirigimos a la Torre Eiffel, no sin antes ver desde el autobús el Moline Rouge, la monumental iglesia de la Madeleine o la plaza de la Concordia. Vemos el puente de Alejandro III, con sus cuatro pilares dorados, y a la izquierda la Torre Eifell. Damos un rodeo, nos metemos por la avenida Gustave Eiffel y paramos en un jardín, en la cara noreste de la torre, para hacernos la foto. Los que no habían visto este prodigio de la ingeniería quedan boquiabiertos. Por más que hayas visto la torre en fotos, no hay nada comparado a ver de cerca sus 312 metros de altura. La emoción embarga al grupo y se vuelve a escuchar el himno de la falla. Al Bombero le hubiese gustado tirar una traca, pero ha valido la pena no hacerlo pues la zona se encuentra llena de militares con metralleta, medida ésta que se adoptó tras el atentado de las torres gemelas.

    Nos dirigimos a toda prisa al aeropuerto Charles de Gaulle. Nos han dicho que podremos embarcar a las 18 horas y aún es posible la recepción en la Embajada en Londres. Llegamos a la zona de embarque y la pantalla indica que la salida es a las ocho. Se oye alguna voz en contra de los guías, en el sentido de que siendo así, podríamos haber visto mejor París. Al final, el vuelo sale un poco antes, a las 19:30, pero las esperanzas se desvanecen ya que el aeropuerto de Luton está a una hora y un cuarto de Londres, por lo que ya se da por anulada la recepción oficial.

    Llegamos a Luton y ya es de noche. La temperatura, de cinco grados, es todavía más gélida que la de París. Subimos a los autobuses y recibimos una grata sorpresa, las guías no tienen nada que ver con el de París. Son unas auténticas profesionales y desde el primer momento nos explican todos los pormenores de cuanto vamos viendo. La que va en nuestro autocar es una burgalesa llamada Monse (¡ovación!; es de la ciudad donde matriculamos los coches), que después de más de veinte años en el Reino Unido ya tiene hasta acento inglés. Nos explica que Londres tiene 8 millones de habitantes, con una extensión, por su tipo de viviendas, de 60 kilómetros de largo por 40 de ancho. Nos informa de que la ciudad tiene 5 aeropuertos, así como distintas curiosidades sobre las normas de circulación británicas – puesto que ya vamos con el autobús por la izquierda –. También nos recuerda que si nos fijamos en las distancias recordemos que son millas, por lo que hay que multiplicarlas por 1,6 kilómetros.

    Pasamos ante la casa donde Sir Arthur Conan Doyl situó la vivienda de Sherlock Holmes, donde actualmente existe un museo. Vemos las Galerías Selfridges en Oxford Street situadas enfrente de Marks & Spencer. Por fin vemos enfrente la Abadía de Westminter. Tenemos diez minutos para bajar y hacernos la foto ante el Big Ben. Así lo hacemos desde un jardín junto a Parliament Square.

    De nuevo nos incitan a darnos prisa para llegar al restaurante a cenar. Tenemos que recorrer buena parte de la ciudad, e ir hasta la zona de los antiguos muelles del Támesis, junto a la Torre de Londres. Pasamos por la City, meca financiera de la ciudad, donde la guía nos explica que de allí salen un tercio de los tributos que recauda el Estado. De pronto nos sorprende la imagen de la Torre de Londres, donde Enrique VIII ordenó decapitar a dos de sus seis esposas, una de ellas Ana Bolena.

    Bajamos del autobús, y a través de un pequeño hueco de un muro, construido en el típico ladrillo rojo inglés, entramos en lo que aquí llamaríamos una Marina, con barcos y yates atracados frente a bonitos edificios de época. Tras un breve rodeo, llegamos al restaurante Dickens Inn, cuya construcción, si bien en varias plantas, recuerda a un viejo Pub inglés. Subimos arriba y nos sirven la cena; un plato de ensalada, seguido de pollo acompañado con crema de zanahorias, y de postre un estrudel de manzana. Estaba bueno, pero el comentario general es que como en España no se come en ningún lado.

    Terminada la cena los camareros nos sirven Champán francés, gracias a la gentileza de Porcelanosa. Uno de sus responsables en Londres se ha acercado para cenar con nosotros. También lo habían hecho miembros de la embajada hasta las 10, pero hemos llegado a cenar a las 11. En ese instante toma la palabra Miguel Ángel Bodí, quien se la cede a Manolo Amiguet. Este señala que hacia tiempo que no había pasado un día tan feliz y agradable y da las gracias a todos los que han participado en el viaje. Se aplaude y se vuelve a cantar el himno de la falla. Los camareros ingleses se miran unos a otros, como diciendo: no cabe duda, son españoles.

    Apenas terminados los postres las guías se levantan de la mesa y nos trasmiten que llevamos veinte minutos de retraso, y si perdemos el slot de salida del avión nos tocará partir varias horas más tarde. Nos ponemos las pilas e iniciamos el regreso. Las falleras, más animadas que nunca, hacen bailar la danza de la pelusa a todo el autobús. Hasta le piden a David, el conductor, que lo haga.

    Llegamos a Luton y nos disponemos a pasar el último control de seguridad. Algunos, que se han dormido en el autobús. ya se les nota muy cansados. Tras los controles y el embarque nos sentamos en el avión, apagan las luces, y salvo escasas excepciones, todo el mundo duerme por espacio de dos horas, hasta Manises.

    Muchos descienden en el aeropuerto con los ojos casi cerrados, con la intención de continuar el sueño en el autobús, pero los guías informan de que los autocares llegarán dentro de media hora. Algunos, aunque no lo exteriorizan, se los comerían con patatas. Aprovechamos para hacernos la última foto de grupo en el aeropuerto. Por fin llegan los autobuses que nos trasladan a Burriana. Son las 6:45, las falleras cantan y el Bombero enciende la segunda y última traca con la que pone punto y final al viaje. El reto se ha conseguido.

    comentarios 29 comentarios
    YO misma
    YO misma
    18/04/2008 05:04
    INOLVIDABLE!

    nunca llueve a gusto de todos. Nada mas que decir Gracias!!!!

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